16. Amor, sal por esa puerta, por favor

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Los besos traspasaron el llanto y removieron todos sus sentimientos. Hannah se obligó a retroceder pero Adriano no permitió que escapara sino que terminó por estrellar su espalda con la puerta y cerrarla, dejando que la intimidad de ambos, solo lo pusieran esas cuatro paredes.

Russo la sostuvo entre sus brazos, apretando los muslos de la chica, causando jadeos cortos en ella. La conexión era más grande que ellos dos, se miradas seguían juntas y hacía que sus cuerpos ardieran, se olvidarán de los demás y siguieran en lo suyo.

- Los hermanos no sé besan -dijo Hannah riendo con pesadez.

- Hannah, por favor -pronunció Russo cuando la chica dejó sus labios.

- Russo, yo en verdad estoy enamorada de ti pero soy consciente de que tu no sientes lo mismo -dijo intentando retomar la calma a su cuerpo y apartándose de él.

Russo cedió, la dejó irse a donde estaban antes discutiendo, todavía en su mente habían muchos conflictos... el deseo inherente de cuidarla y protegerla, hacerla sentir en un hogar y volverse irremplazable en su vida... - por lo que puedo estar seguro de que jamás te dejaré llorando sola -mencionó, siguiendo a Hannah-. Me encargaré de darte todo el consuelo que necesites y compañía, yo también te quiero.

Se miraron, ya todo le daba igual a Hannah tanto que cruzaría sus límites- Ya veo, tu fidelidad hacia ese compromiso tuyo con mi papá, me asombra pero lo siento, no soy una buena persona -dijo Hannah, entregándose a ese deseo y arrastrando al joven con ella.

Los besos parecían que nunca se iban acabar, llegaban a cada parte del cuerpo de Hannah así como sus manos acariciaba el cuerpo de Adriano. La chispa que se mantenía encendida era abrumadora y los obligaba a no pensar en nada más.

La torpeza de sus manos al querer quitar la ropa a la joven, solo demostraba sus nervios hacia cada caricia que Hannah le daba, los besos que fueron bajando y la respiración húmeda que rozaba cerca de su entrepierna. Russo estaba afectado por cómo Hannah provocaba esas ansias en él.

- Hann -jadeo al sentir que ahí abajo se había impregnado de húmedad proveniente de la boca de Hannah, la textura de su lengua, el calor dentro de su boca y esa maldita mirada que le daba a él-... si me sigues observando de esa manera, no podré... ngh -muerde su labio pero la joven abruptamente se separa, dejándolo a medias.

- Quédate así -demanda, colocándose encima de las piernas de Russo- Adriano, por lo menos me encargaré de grabar en tu memoria esto -mencionó en el aturdimiento de su cuerpo, junto sus dos dedos y obligó al joven a lamerlos, removiendo el interior de la boca de Adriano mientras se seguían mirando.

Para él era una nueva faceta, donde de manera sorpresiva, tenía la disposición de dejar que Hannah jugará con él. Después de sacar sus dedos, se acomoda y se dispone a prepararse enfrente del hombre. Quería que la mirara, la deseará y no pensara en nada más.

Y obtuvo el resultado esperado, Russo no apartaba sus ojos del cuerpo desnudo de Hannah, la manera como sus dedos entraban en ella y esos gemidos que soltaba. El placer se maximiza cuando la joven, fue bajando lentamente y ambos sentían la indescriptible sensación de estar conectados en cuerpo y alma.

Se entregaron toda la noche a sus deseos, a sentirse unidos por su cuerpos y deseando que el día de mañana no llegara y que los sentimientos dichos, no se fueran a esfumar.

Quizás el despertar, sentir la calidez de Adriano y saber que seguía al lado suyo, era la mejor sensación. Hannah aún dormida, juraba distinguir esa calidez y le alegraba pero desde lejos se escuchó su celular sonar. Sintiendo todo su cuerpo pesado, se movió y abrió sus ojos, claro... solo fue un sueño.

Aunque en su cuerpo hubiera rastros de que estuvo con Russo, en la mañana siguiente, todo lo sucedido ayer solo parecía una mentira. Al tomar su celular, no tarda en encontrar una especie de carta que no tuvo que leer completa.

- ¿Lo siento Hannah? -menciona al leer la primera frase, sintió una mezcla de ira y decepción juntas al mismo tiempo, lanzó el papel a la basura y tomó su celular. No había dejado de sonar.

- Buenos días, habla la secretaria del doctor Campbell, quisiera confirmar la cita de hoy en las horas de la tarde -dijo la mujer al otro lado.

Lo había olvidado, si sólo se hubiera esforzado en sacarlo por esa puerta, hubiera sido perfecto y estuviera orgullosa de ir a contárselo a su nuevo psicólogo pero en cambio, este iba a encontrarse con una mujer decepcionada de sí misma por su débil voluntad.

- Si, por supuesto, allí estaré -dijo mientras se levantaba de su cama. Tenía que lavar todo hasta su cuerpo, para poder borrar ese olor que le recordaba a él.

- Entendido, tenga un buen día -dijo la joven, colgando la llamada. Hannah salió de la habitación, una vaga esperanza le decía que quizás él estuviera afuera o que incluso, fue a comprar el desayuno pero no era así.

Sentada frente a su puerta y todavía desnuda, empezó a llorar- No entiendo tus disculpas, te advertí que no era una buena persona -sollozando seguía con su mirada en la puerta-. Se supone que no me dejarías llorando sola, mentiroso -limpiando sus ojos, borrando los rastro de lágrimas.

Ya más serena, vehemente pronunció una corta oración- Amor, sal por esa puerta y no regreses más, por favor -quizás en un acto significativo de dejar ir ese amor no correspondido para siempre, o por lo menos eso intentaría.

Su llanto volvió y se extendió unos minutos más hasta que sintió hambre y su trasero se enfrió por el piso de la mañana. Se levantó y giró su cuerpo hacia la habitación principal, no volvió a mirar su puerta para nada ni tampoco la nota que reposaba arrugada en el piso.

Esa tarde, delante de un desconocido lloró una vez más. Su dolor se debía a las decisiones de su vida, al obvio abandono de su padre, la desilusión amorosa que cruzaba y otra gran parte, por sus amigos. Seguramente llorar frente a extraños se estaba volviendo normal, pensó una vez recuperó su estado.

Gusto Culposo ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora