6. El castigo de Alexander

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El auto se detuvo en el parqueadero del edificio, el lugar solitario y escasamente iluminado dejaba entre ver por las ventanillas del auto a dos sujetos totalmente inmóviles en sus asientos. Los nervios no permitía a ninguno de los dos pensar con claridad, tenían una mezcla entre deseo sexual, nerviosismo y obvia culpa.

Por un lado, Alexander tenía miedo sobre lo que sucederá en la mañana siguiente y las posibles reacciones de Chase. Y en el otro caso, el rubio sentía por ocasiones sus piernas flaquear, un lío en su estómago y su garganta seca.

En todo el camino de regreso no pudo parar de pensar en esa imagen, Alex de rodilla, tan cerca de el y la sensación de calor cada vez que su respiración lo tocaba, provocando una presión en su cuerpo y sobretodo ahí abajo, donde todo estaba viscoso.

— Oye… necesito tu baño —demandó Chase, rompiendo el silencio incómodo entre los dos. Alex asiente y se baja del auto, el rubio solo necesitaba limpiarse, empezaba a pensar que estaba sucio y aquello fuera de toda la maldita tensión sexual entre los dos, lo estaba agobiando.

Al subir al apartamento, Alexander torpemente asalto a Chase, robándole un beso. No era para nada parecido a los otros, este atropella a un poco y en un instante, chocó sus diente contra Chase. Los dos se separaron, incómodos y nerviosos.

— El baño… —se rasco la nuca—esta a mano izquierda, enfrente de mi habitación. Puedes utilizar lo que encuentre… eh, yo… saldré un rato, ya vuelvo —dijo dándole la espalda, tan pronto esté hizo ese gesto, Chase se dispuso ir al baño.

Le urgía darse un baño, no entendía bien lo que sentía, si bien se sentía excitado antes cualquier cercanía con Alexander por qué la incomodidad en su cuerpo, la suciedad que emanaba de él al igual que la obligación de limpiar hasta lo último.

— ¡Agh! Ya no estoy para nada borracho, esto no es una estúpida broma —se revolvió el cabello, sintiendo el peso de todo lo que había pasado.

Al salir, se colocó lo que pudo encontrar y se dispuso ir a la entrada pero para su sorpresa está fue cerrada con llave y además, ¡las llaves no están en la casa!

— ¡Este pervertido me dejó encerrado! —exclamó al darse cuenta de lo que sucedía, sus nervios aumentaron, era obvio cuales serían las intensiones de Alexander y que en la condiciones que estaba Chase, definitivamente iba a perder porque sentía que no podía negarse ante él aún cuando esto le producía una especie de culpa.

La puerta al sonar, se encontraron los dos cara a cara. Chase estaba enojado mientras que Alexander parecía un poco más calmado, intuyendo a que iba la expresión de su amigo.

— Estuve pensando… —dijo de repente Alex, ya había decidido que no hay forma de volver atrás así que seguiría adelante. Esta vez, demostraría con sus palabras y cuerpo, sus verdaderos sentimientos. Sería vil utilizar un juego para aquello y más, aprovecharse de un borracho pero tenía que aceptarlo, era un cobarde y Chase un maldito egoísta— si dejaba las llaves aquí, obviamente ibas a escapar y no ibas a cumplir con tu palabra.

— Alexander ya no estoy borracho, detente —dijo queriendo parecer lo más convincente pero la verdad, una parte de él deseaba a ese chico.

¡Eso estaba mal! Eran sus primeros pensamientos de alerta.

— Una promesa es una promesa, Chase —repuso el chico de cabello negro, con toda la determinación que podía tener. Empezó a caminar, lento pero a pasos seguros hacia Chase.

— Enserio esto no está bien entre los dos, ¡somos hombres! —agregó Chase nervioso.

— Lo dice el hombre que se vino por culpa de otro hombre —agrega con ironía Alexander— aunque para ser sinceros, a mi también me estremeció un poco, tener enfrente mío a un Chase conflictuado entre su deseo y su racionalidad, mirándome con tanto pasión en sus ojos y soltando aquello gemidos, me movían más de lo que te diste cuenta.

Chase trago saliva, sus piernas dieron con el sofá de Alex. Este sonrió en burla, lo tomó de la mano y sin previo aviso… no, si le aviso, sus gesto y su cuerpo desde que entró al apartamento le dio aviso a Chase sobre sus intenciones.

Lo besó y Chase no tardó en corresponder pero dentro de él, seguía esa lucha interna entre lo que quería y lo que se debía hacer, por eso siguió dando vagos movimientos para alejar al chico de él pero el pelinegro, con valentía decidió cargar a su amado hasta la alcoba.

— ¡Oye, tú imbécil! —grito el rubio avergonzado y enojado— ¡Bájame, debo de estar pesado! No… me trates como a esas mujeres… —susurro con una mezcla de enojo, frustración y dolor.

— Estás en lo correcto, estás pesado, ¡No volveré a subestimar tu peso! —agrega en tono de burla— pero… me nació hacerlo, de hecho, nunca he cargado  nadie así y mucho menos, he dejado que entren a mi casa o salir literalmente corriendo a comprar condones y lubricantes, y lo mas chistoso —menciono mientras se detenía en la entrada del cuarto, apartó un poco su mirada y un leve sonrojo se posó cerca de sus pómulos— sólo he tenido es tipo de beso tan vergonzoso como el de hace unos minutos atrás con la misma persona… Chase Walker, siéntete honrado de tomar algunas de mis primeras veces— dice todo eso entre vergüenza y galantería.

— Mujeriego de mierda —dijo en lo que sería un amago de puchero. Los besos de Alexander volvieron, más despacio mientras se encargaba de desvestir a su amigo y este solo se entregaba ante sus caricias aunque dolía más que antes.

El calor corporal mezclados, la sensación húmeda en todo su cuerpo debido a los rastros de besos que dejaron en cada uno, las zonas que arden por mordiscos o chupetones además de calor quemador que se producía al frotar uno con el otro y como sus manos parecían actuar por su cuenta ahí abajo.

— Chase… ngh…  —dijo Alexander en un jadeo corto, buscando los labios del rubio que estaba dividido entre el deseo y una punzada en su pecho producto de la culpa que seguía aumentando.

— Espe… ra —dice Chase, con un vago movimiento para alejarlo. La sensación que fue fría al principio, ahora se calentaba cada vez más y se escurría por debajo de su trasero, mientras que la incomodidad de tener algo dentro de él persistía ahí abajo.

Muy pronto iba a llegar a su límite, por segunda vez se vendría por culpa de Alexander y está vez, el alcohol no estaba de por medio. De repente, sintió un tensión en todo su cuerpo y su voz se hizo más fuerte y dolía aún más.

— ¡Alex! Espera, me vengo —cerró con fuerza su ojos, sujetó con ímpetu el hombro del pelinegro y gimió alto. Sintió cómo de repente la energía lo había abandonado y sus ojos se cerraban lentamente.

Sin embargo, antes de perder por completo la conciencia, un dulce beso en la frente y un— Te amo, Chase Walker —resonó en todo su interior, removiendo cada una de sus piezas.

Gusto Culposo ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora