11. Amor no correspondido

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Hannah había salido del apartamento de Alexander, alrededor de las dos de la madrugada, perdida en sus pensamientos. Necesitaba hablar con alguien, pedir otro consejo y quizás, obtener un poco de calor que tanto anhelaba a esa hora.

Por su mente, Russo era el único capaz de mover cada parte de sí y ordenarlo. Llamó sin preocuparse de la hora, sabía que él hombre se dormía tarde debido a su trabajo y estaba segura que él sacaría un poco de su tiempo para escucharla.

Marcó el número, estando dentro de su auto- ¿Adriano? Disculpa la hora -ríe nerviosa- pero ¿Podemos hablar? Me siento muy sola ahora mismo -dice con su voz temblorosa, al otro lado un silencio se posó en el micrófono.

- ¿No crees que es muy tarde para llamar, niña? -contestó la voz de una mujer, Hannah quedó helada ante esa presencia.

- Hahaha... lo siento, no quería molestar -menciona apenada, los sentimientos negativos que la acompañaban, se habían multiplicado. Era de suponer, entrada la noche en un fin de semana, lo normal era pasarlo en pareja.

Comer en casa los dos, luego tomar un baño juntos, quizás tener sexo y después dormir arrunchados hasta el amanecer. Apretó sus labios.

- No tiene caso disculparte, ya lo hiciste además, ¿Que le debe de importar a Adriano el hecho de que estés sola? ¡Qué lamentable niña, sin su mamá y papá! Pero eso ni Adriano ni a mí nos importa, así que adiós, Hannah -dice con su típica voz dulce, falsa, engreída y de notoria superioridad sobre Hannah.

- Tan cierto... me preocupa que seas adivina -masculló-. No siendo más, adiós Janeth -se despide amargamente.

Para cuando iba a colgar, la voz de Adriano apareció a lo lejos. Hannah ante todo quería escucharla, sentía envidia de Janeth quien lo tenía a su lado y podía pedirle un abrazo cuando quisiera. Sumergida en sus pensamientos, ignoro por completo que sucedía al otro lado de la llamada.

Hasta que la voz de Russo, sonó en su oído- Hannah, ¿Qué sucede? -indagó preocupado, la hora de la llamada era muy tarde- ¿Estás bien? ¡Contesta!

La chica soltó su llanto de nuevo, se veía patética mientras lloraba con el celular al lado pero no podía evitarlo, sentía un mar de emociones en su pecho que no encontraba lugar o nombre para ubicarlas.

- Dime ¿dónde estás? -Adriano sonaba angustiado, al otro lado, la chica balbuceo algunas palabras pero nada concreto- Hagamos algo, pasame tu ubicación por chat pero rápido. No es hora para que estés sola en la noche -dice impaciente.

Janeth seguía al lado de él, zapateando en tono de disgusto, recordaba cuando conoció a Adriano hace cuatro años atrás y como esa niña, como si de una sombra se tratara, seguía a su novio. Sin importar la hora, el lugar o la ocasión, él iba hasta donde ella y eso volvía loca a Janeth.

Ella era su pareja, no Hannah. La persona con quien iba a compartir su vida entera es Janeth Blanc, no una niñita patética y malcriada. Al colgar la llamada, el hombre se voltea a ver a su novia enfurecida por la recién discusión.

- Entiende, ella me necesita. Por hoy, anda a dormir primero, intentaré no llegar tarde -dijo lo más calmado posible, su mente seguía pensando en Hannah.

La mujer frunció el ceño, no podía creer lo que escuchaba, tan siquiera ¿Había visto la hora? Ya estaba harta, no podía más- ¡Yo me voy a casar contigo, no con Hannah! -grito exasperada.

Russo hizo gestos para calmarla pero ella no cedía- siempre ha sido así, esa niña llama o aparece y tu te olvidas de mí, que eres tú ¿su padre?, ¿su novio? Acaso... ¿me eres infiel con ella? -preguntó aterrorizada.

Gusto Culposo ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora