23. ¡Hey, Alex! Aquí Chase

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Para llegar donde mi padre bastó una leve sospecha y listo, tenía la vaga idea de que todavía estuviera quedándose en esa casa gigante para una sola persona. Después de todo, mi padres se divorciaron poco después de que regresará, nunca me culparon porque sabían que su matrimonio desde antes ya estaba perdido.

- ¡Joven Alexander! -dijo la ama de llaves al verme en el umbral de la puerta con una maleta en manos y una sonrisa forzada, estaba nervioso por todo.

- Ha sido un tiempo, ¿no? -dije un poco tieso, no sabía exactamente cómo actuar. Margaret junto con los demás empleados habían sido espectadores de mis años más oscuros de los cuales me avergonzaba demasiado.

- Siga, adelante -da un paso hacia atrás y me invita a pasar, entré con sigilo casi queriendo esconder mi presencia-. El señor Clarck justo está en un viaje de negocios, debería de llegar en tres días.

- ¡¿Qué?! -grite por impulso pero enseguida me repuse- lo siento, no quise asustarte solo me sorprendí un poco pero supongo que puedo esperar a que llegue y mientras puedo hacer turismo ¿no? -dije buscando consuelo, Margaret asiente un poco perdida.

Fracasé de nuevo al intentar hacer turismo, mi mente no estaba para salir a tomarme fotos y pretender que nada sucedía. Tampoco quería encontrarme con mis antiguos compañeros, ellos me hacían revivir al Alexander rebelde sin causa que fui durante la secundaria. Así que al segundo día de mi estancia en la casa de mi padre, me encerré en mi habitación y pensé en mí y en Chase.

Todo eso solo me llevó a darme cuenta que necesitaba leer esas cartas, sobre todo la que Chase me había escrito. Respire profundo, me armé de valor y al tercer día, me infiltre en el despacho de Marcus, mi padre.

- Está tal cual como lo recordaba, lúgubre y oscuro -dije despreocupado, pasando mis manos sobre los muebles de estilo victoriano-. Veamos, pensemos cómo Marcus e intentemos encontrar esas cartas.

No tenía pruebas pero algo dentro de mi, me aseguraba que él pudo haber guardado esas cartas con algún fin pero seguían aquí en este despacho del demonio.

- Su escritorio tiene ocho gavetas, dos arriba de las piernas y tres en ambos costados, si fuera él, seguramente estarían en un sobre de papel arriba de mis piernas -pensé en voz alta.

- ¡Bingo! -exclama un hombre, alcé mi vista y me encontré con mi padre. Maldije entre dientes-. Casi atinas, solo que para abrir el cajón, se necesita unas llaves -dijo mientras se quitaba la corbata, quien diría que al regresar de su viaje, el primer lugar que vendría sería a la porquería de despacho que tiene.

Suspiro y me dejé caer en la silla de su escritorio, Marcus se sienta enfrente mío con su típica actitud de soberbia y poder que siempre lo resaltó.

- Bienvenido -dije con sarcasmo.

- Ciertamente cuando Margaret me dijo que tu estabas en esta casa, me sorprendí y un veloz pensamiento vino a mi, trataba sobre tu pidiendo, no, rogando por mí perdón para poder regresar pero veo que no es así -posa su mirada en mí y luego en su escritorio, su actitud déspota parecía tampoco cambiar.

- Ya no tengo nada por lo que deba pedir o rogar por tu perdón -agregué en el mismo tono que él me estaba hablando, después de todo somos padre e hijo-. Solo viene a buscar unas cartas que me pertenecen y sé que tú las debes de tener.

Suelta una carcajada bastante molesta-, ¿Que te hace estar tan seguro sobre ese hecho? Muy bien pude haberlas botado hace años, al final tu te estabas reformando y recibir esas cartas solo te entorpecian.

Ahora era yo quien reía- Vamos padre, según tu, yo me entorpeci mucho antes de llegar a esta casa y mi seguridad proviene de lo poco que te conozco, sé que no te gusta malgastar energía sino ahorrarla, es decir, seguramente me ibas a chantajear con ellas -dije.

- Tienes un buen punto muchacho, mejor dicho, estás totalmente en lo correcto pero al final, si perdí mi tiempo. No me sirve retener esas cartas, si ya no te pienso chantajear y como no quiero alargar esta estúpida charla, aquí están las llaves -lanza un puñado de varias llaves, se levanta de su silla y recoge su corbata.

- ¿Ya te vas? -indagó.

- ¿Quieres que me quede a ver cómo lees esas tonterías? No te encuentro de interés para mí -frunce el ceño- y a diferencia de ti, yo tengo asuntos urgentes que atender... -gira su cuerpo hacia la puerta pero se detiene en el umbral- cuando te vayas, le avisas a Margaret -dijo y siguió su camino.

Me quedé viendo como se terminaba de desaparecer su sombra del pasillo, buscando la razón del porqué era así con todos ni siquiera preguntó por Julián, su otro hijo. Suspiré resignado y me fijé en el manojo de llaves que tenía.

- Maldito Marcus, nunca lo deja fácil -maldije entre murmullos. Ahí estuve un par de segundos probando llaves tras llave hasta que di con la correcta.

No abrí enseguida el cajón, me quedé pasmado en cuanto el cerrojo se desbloqueo, causando que mis nervios se intensificaran. Lo fui deslizando hacia fuera muy lento y entrecerrando los ojos pero solo duró poco, pronto encontré el sobre de las cartas.

Tomé el sobre y por encima pude ver que eran más de diez cartas, trague en seco y me preparé mentalmente para leerlas. La primera fue cuando teníamos trece años...

« ¡Hey Alex, aquí Chase!

¿Cómo estás? Yo, muy confundido... no logró entender exactamente qué está tan mal para que te hayan apartado así no más. Alex, verás yo quisiera confirmar cómo te sientes para saber si es igual que yo.

Empiezo yo... para mi fue como esas noches de verano donde esperamos con ansias a que se enciendan las varitas mágicas que lanzan chispas, esas chispas juguetonas y desordenadas que emanan calor y se mantienen coloridas hasta el final... así me sentí yo cuando nos besamos, como si fuéramos dos varitas mágicas que acababan de encender y desbordamos muchos colores.

Por eso quisiera saber, ¿Tu te sentiste igual? Si es así, sé que este sentimiento no puede ser un mal pero si no... quizás yo sí sea asqueroso.

Espero con ansias tu respuesta Alexander.

Atentamente, pequitas »

Las ganas de llorar me inundaron por completo, pase mis manos por mi rostro para retener mis lágrimas pero sería en vano. Tenía una mezcla entre risas, dolor y rabia, mucha rabia.

Subí mi mirada hacia la lámpara que colgaba en medio de la habitación, me sentía fatal. Yo quería responderle a Chase, hacerle saber cómo me sentí en ese momento yo.

- Fue como si me estuviera quemando, no eran chispas, sino una llama. Cuando de tu boca salieron esas dos palabras que confirmaban mis sentimientos, supe que no sería normal pero me alegré porque fue lo más vivo que me había llegado a sentir en mi vida -suspiré. Limpié mi rostro y seguí leyendo las demás cartas, mientras en mi interior crecían un nuevo sentimiento de culpa y odio hacia lo que se pudo haber evitado, si solos los adultos fueran entendido y sí nosotros tres no nos hubiéramos separado.

Gusto Culposo ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora