8. Interludio

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Por el último pasillo del bloque de humanidades, de costumbre permanecía solitario en las horas de la mañana, Hannah caminaba con desdén, su cabeza había estado inmersa en los últimos acontecimientos que transcurrían en su vida y sus amigos. Chase extrañamente se enfermó, no quería hablar con nadie, no mostraba interés en volver a la universidad y cada vez que escuchaba el nombre de Alexander prefería ignorarlo. Por esa razón, todavía desconocía que había pasado la noche de su cumpleaños.

Por otro lado, no encontraba a Alexander, lo cual volvía todo un deja vu. Chase enfermo, Alexander desaparecido y ella completamente atada de manos.

— Hannah... señorita Hundson —se escucha por aquel pasillo, la voz de un hombre. Sonríe cuando la chica atiende a su llamado y gira hasta quedar frente a él.

— Adriano, perdón quise decir señor Russo —dice con fingida actuación, el señor Adriano Russo, era un amigo del padre de Hannah y profesor en sus treinta años, catedrático que dictaba algunas clases de mecanismos cerebrales, por lo cual Hannah admiraba completamente como persona y profesional.

Russo sería para ella, lo que Chase sería para Alexander y hasta ahí bastaba para explicar todo lo demás. Al final de cuenta era culpable, porque aquel hombre ya estaba comprometido y además era el amigo más cercano de su padre, desearlo solo era un secreto de ella. Suspiro al recordar su triste realidad.

— ¿Sucedió algo malo?, al juzgar por tu semblante, algo está pasando y te tiene preocupada —menciona mientras siguen caminando sin un rumbo fijo.

— Mis dos hermanos, bueno son mis amigos pero los quiero como mi familia aunque... —se detuvo confundida al crear un enredo en su cabeza sin sentido sobre la posibilidad de Alex y Chase como hermanos y entonces su amor sería un problema—. Russo, usted ya sabe la situación. —repone dándose por vencida.
Este asiente y hace memoria de todo, como la joven se había acercado a él y desahogado por completo en varias ocasiones.

— Ya veo, ¿sucedió algo malo o bueno? —pregunta para estar al tanto de todo. Russo estaba más empapado de la situación que cualquiera otro, se había convertido en el confesor de Hannah cuando aquella chica no sabía qué hacer con exactitud y aunque quisiera negarlo, aquel papel le gustaba.

— Quizás sea malo, en verdad no lo sé —menciona la chica igual o más confundida que al inicio—. Hice lo que me aconsejaste y los uní en mi fiesta, agregué un detonante más y al final, los dos desaparecieron pero justo ahora... —se quedó en silencio pensando todo lo que había estado pasando.

Su amigo ha estado en su casa encerrado desde hace una semana, enfermo por un tonto resfriado e indispuesto para salir como si estuviera huyendo de algo o más bien, de alguien quien tiene nombre y se aproximaba rápidamente hacia ella.

— ¡Hannah! —gritó con fuerza un joven, Alexander se veía cansado y con clara preocupación en su rostro.

— Alex... —miró al chico y después a su profesor, él asintió y se apartó un poco, dándole el espacio para que Hannah y su amigo hablaran más cómodos— ¿Donde has estado? ¡Hasta ahora he sabido de ti! ¿Crees que es justo para mí? —lo aborda con toda la ira que ha guardado durante días, solo ha podido quedarse viendo como sus dos amigos como un par de tontos se alejan y se hacen daño.

Alexander baja la cabeza— lo siento —dice apenado, no tenía excusas, no podía decirle a Hannah que su corazón necesitaba un tiempo para aliviarse por culpa del daño de aquel chico pero tampoco ha dejado de pensar en él, lo que había producido un dilema en su mente y cuerpo— No he visto a... Chase, ¿Cómo está? —menciona cuando su curiosidad gana al no verlo cerca de ella.

— ¿Cómo crees que está? El muy imbécil, lo dejé contigo pensando que estaba en buenas manos pero desde unos días para acá ha estado con algún tipo de resfriado y totalmente en contra de salir de su maldita habitación ¡Ustedes solo me dan dolor de cabeza! —explotó, Alexander le da un pequeño abrazo y termina por cruzar miradas con Russo, el cual le sonríe con amabilidad.

Desconcertado, no tiene tiempo para investigar quién era ese tipo y que fue aquello, se separa de la chica y retoma la conversación— Calma, en verdad lo siento pero dime ¿Que tiene?, ¿Cuáles son sus síntomas?, ¿Qué ha tomado? Cuando yo me fui con él, fue porque tu te estabas besan —Hannah lo detuvo con su mano en el aire.

— Si quieres saber más, ve a su casa y no te quedes aquí, tu gran cobarde —dice en ademán de reproche y en un intento de detener que se supiera aquel detalle, "el detonante" según Hannah—. Él te necesita —susurro, ambos se miraron, no tomó mucho para que Alexander capta por completo lo que Hannah decía, sintió de alguna u otra manera, un peso irse de sí.

— Hannah, tú y yo necesitamos hablar... quizás más tarde —menciona Alexander un poco nervioso. La chica asiente y da algunas plasmadas en su hombro, sabía que a pesar que lo tonto que pueden ser sus amigos, había un gran peso en sus hombros.

Lo sabía, sobre todo por lo que había estado pasando Chase durante esta semana. Parecía ser quien ha conocido toda su vida pero al mismo tiempo, empezaba dudar sobre quién estaba hablando, tenía sus leves sospechas sobre lo que podría deberse pero ella no era quién para ayudar en aquello.

— Uno de los dos tiene que dar el siguiente paso —dijo una vez Alexander se había retirado. El profesor silencioso se acercó a ella y tocó su hombro, causándole ciertos nervios traicioneros dentro de ella— ¡Eso me asustó! No vuelvas a hacer eso, Adriano —reclama en un reproche.

— Él es tu amigo, ¿Verdad? —inquiere, muy seguro de su suposición, la chica asiente resignada— Se nota tu gran cariño hacia él y viceversa, sentí hasta celos de su relación —bromeó un poco, Hannah lo maldijo por esa estúpida esperanza que alimentó con ese comentario sin sentido— Por cierto, ¿Cuál fue el detonante? —pregunta, la chica ríe nerviosa y empieza a caminar, Russo la sigue en silencio pero seguro de que le diría.

— ¡Ash! Fue un beso, ¿Ok? Un beso con un chico cualquiera —confesó a los segundos, entre los dos hubo un silencio. Sinceramente ella esperaba tan siquiera una mueca de disgusto pero sólo obtuvo una carcajada de su profesor, enojada consigo misma le da la espalda.

— Hannah, ¿Qué es un interludio? —preguntó repentinamente mirando hacia la dirección en la que se fue Alexander.

La chica asintió dudosa— Es algún tipo de espacio... mmh... entre algo y otra cosa, como un puente —dice con algunas palabras rebuscadas.

Russo ríe, la chica resultaba ser bastante interesante para sus ojos— Si, podría decir que es como un puente entre el inicio y el coro de una canción —menea su cabeza, mientras pensaba un poco— presiento que un interludio acaba de comenzar y pronto sabremos si lo que seguirá será una gran pieza romántica o una triste obra dramática.

Mira a Hannah, sonríe tranquilo y revuelve el cabello de la chica. Esta vuelve a suspirar, era imposible no enamorarse de aquel viejo.

— Espero que sea lo primero, de lo contrario, me tendré que dividir  en dos y ya no podremos vernos de nuevo porque cada parte mía se irá con cada uno de ellos —dice amargamente, después de todo, sus dos amigos y su papá era lo último y único que le quedaba a ella, Russo no podía contar porque no era de ella.

Gusto Culposo ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora