19. Mi primera vez

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Esta vez Alexander si cumpliría su promesa de alejarse de todos, al menos eso parecía. Ya habían pasado dos semanas desde que Hannah o Chase tuvieron noticias del chico, hecho que terminaba de alentar la idea de ir a terapia.

Estando Chase dentro del consultorio de tonalidades neutras, dejaba que sus pensamientos lo mantuvieran alerta. Era su primera vez... la primera vez yendo al psicólogo. Justo cuando creía que jamás se vería en esta situación, estaba ahí jugando con sus manos mientras esperaba ser atendido. Sin embargo, no tenía ningún arrepentimiento por ir, ya que reconocía que su mente desde hace un tiempo atrás, no estaba bien.

- Paciente Chase Walker -pronunció la voz monótona de la secretaria del doctor. El joven miró a Hannah, ella sonríe y da dos palmadas en su espalda.

- Yo permaneceré a tu lado, justo aquí -susurro la chica mientras ambos caminaban hacia la habitación.

El ambientador de aroma dulce, la iluminación de la mañana y el frío aire del cuarto, fue lo primero que captó el joven.

- ¿Hannah Hundson? -indagó un hombre sentado detrás del escritorio, al verla entrar. La joven saludó con una gran sonrisa- Tengo que aceptar que por un momento, pensé que la cita era contigo y sufrí un colapso por los nervios -ríe.

- Todavía no tendrá ese honor, esta vez vine acompañar a mi amigo -señala Hannah, apuntando hacia Chase que seguía totalmente en silencio.

- ¡Oh, por supuesto! Tú debes de ser Chase Walker, mucho gusto -dijo al levantarse y acercarse para estrechar nuestras manos- Yo soy James Campbell, me puedes decir James -sonríe y los invita a sentarse, señalando las sillas enfrente del escritorio.

- Mucho gusto.... y gracias -dijo Chase algo tarde, evidenciando su nervios.

- El primer consejo que te puedo dar es: ¡Relaja esos hombros! -dijo alegre-, verás como psicólogo he aprendido a ver a través de los gestos y por lo que puedo ver, ¡Estas que te haces del miedo! -ríe efusivamente.

Chase frunce el ceño y volteó a ver a su amiga, ella solo se encoge de hombros, por un instante se arrepintió de haber venido.

Suspira- Disculpa, quizás me sobrepase -menciona retomando un tono serio y medio, casi neutro-. Sin más preámbulos, iniciemos -abrió su laptop y empezó a digitar, dejando el sonido de las teclas reinar en la habitación-. Antes de proceder, tengo que preguntar ¿Quieres que la señorita Hundson se quede durante la sesión?

Chase mira a su amiga, ella asiente y para ese momento ya ambos se habían entendido. La muchacha salió de la habitación, todavía Chase no estaba preparado para enfrentarla sin saber antes qué era lo que exactamente él se iba a encontrar.

- Quedando ese asunto claro, vuelvo con otras preguntas -retoma con su lapto- ¿Qué edad tienes? -indaga, dando por entendido que la sección había iniciado.

- Veintidós años -dice el joven sin poder aplacar sus nervios, James seguía notando la rigidez de su postura.

- Sabes, posiblemente es difícil estar ahí sentado y de seguro pensar sobre todo lo que está sucediendo o lo que sucederá pero quiero compartir contigo un secreto -susurró las últimas palabras-, yo también estoy nervioso y es absolutamente normal. El tips está en respirar profundo, exhalar despacio y repetirlo varias veces.

Chase asiente, respira profundo y exhala. Seguían los nervios pero por lo menos, lo estaba intentando.

- ¡Así se hace! -exclama contento- Bueno como nos estamos poniendo serios, quisieras que me contaras ¿Que te trae por aquí? -Bajó la pantalla de su laptop y miró al joven.

Suspira y cierra sus ojos, el monólogo que había preparado, se borró en cuestiones de segundo y sólo podía improvisar- Quisiera recordar mis recuerdos de cuando tenía trece años, creo que los olvidé. Sin embargo, últimamente resulta doloroso pensar en ellos, me causan estrés, hiperventilación y ganas de llorar -soltó todo de una, estando muy lejos de cómo había practicado.

- Entiendo -busca un esfero y toma su cuaderno, escribe unas cuantas palabras rápidas y hace ademanes para que Chase continúe.

- Yo... yo, quizás se escuche raro pero no miento... He estado recordando voces en mi mente y enseguida el dolor en el pecho -dijo el joven.

- No te detengas, prosigue -menciona con amabilidad.

Aún con tal trato, la presión causada por sus propios nervios y los estragos en su mente, seguían persistiendo dentro de sí. Chase volvió a respirar, trago saliva y miró fijamente a James.

- Yo creo que me he olvidado de ciertos recuerdos, partes importantes de mi y, que hoy en día duelen demasiado el no poder recuperarlas.

- No tienes que estar a la defensiva, tengo una idea respecto a lo que estás pasando -suelta su esfero-, corrijo algo importante, no es "recuerdos olvidados" sino "recuerdos bloqueados". Debido a que ellos todavía existen, solamente decidiste construir un muro entre ellos y tu -se acomoda en su silla- lo hiciste inconscientemente para protegerte.

- Sobre qué podría ser...

- Quizás una experiencia que viviste exactamente a esa edad, por ejemplo, una noticia que descubrirte, un tipo de abuso o por un disgusto fuerte -coloca sus codos en la mesa, baja su mirada al escrito mirando el papel en que escribió mientras que su cabeza seguía apoyada de sus manos-. Podríamos intentar la hipnosis, sumergirte en lo más profundo y averiguar cuál fue el detonante que causó dicho bloqueo, ¿Te parece? -sube su vista hacia el joven.

Chase sintió palidecer, su cuerpo retrocedió un poco y además, sus manos empezaban a sudar.

- Calma, no estarás solo y tampoco pienso exponerte a peligros. Simplemente te vas a guiar por mi voz y el chasquido de mis dedos. Estando inconsciente, me contaras todo mientras recuerdas -dijo James, se levantó de su asiento y volteo hacia detrás de él, buscando en su gavetero un objeto con un colgante y volviendo a tomar su cuaderno de notas-. Ven, sígueme.

Chase vaciló en seguir al hombre, seguía asustado y sus piernas fácilmente lo delataban.

- Quiero que tus ojos sigan este colgante mientras tu oídos atienden a mi voz, no apartes la vista y sobretodo, vacía tu mente -comenzó a mover perpendicularmente el colgante- contaré hasta diez... uno, dos, tres... cuatro, cinco, seis... siete, ocho, nueve... diez -chasqueo sus dedos, en ese instante Chase no supo más de sí mismo.

Cómo estar inmerso en total oscuridad-, Chase, quiero que me cuentes el verano de tus trece años -demandó James, el chico frunce el ceño.

Gusto Culposo ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora