Capítulo 4. Escape (editado)

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—POV Narrador Secreto

¿Por qué los días tienen que ser así? Siento que toda la semana ha sido exactamente igual. Y con eso de que se acerca el reingreso a la universidad, me genera más pereza.

Observo hacia el televisor, mientras siento los dedos de mi hermana en mi cabello. Bueno, de ella es de lo único que no me puedo quejar.

Cami, es mi hermanita pequeña. Pero, tan pequeña no es. Ella tiene veinte años. Aunque, para mí, siempre será mi pequeña.

El día comenzó horrible. Apenas son las ocho de la mañana y ya nos estamos deshaciendo del calor.

No soporto más la voz de esa presentadora.

Me levanto del sillón, agarro el control de la mesa auxiliar y apago el televisor. Dejo el control de nuevo sobre ella.

— ¿Qué pasa hermano? —pregunta con tono aburrido, aun desde el sillón. Volteo a verla por un segundo, antes de rodear el sillón. —¿A dónde vas? —agrega, y puedo sentir sus pasos por detrás.

— ¿Mi cara no te lo dice todo? —pregunto, sin voltear a verla.

— Lo único que sé, es que tienes una cara de culo —puedo sentir su sonrisa.

— Gracias, cariño. También te quiero —comento sarcástico.

— ¿Entonces? —inquiere, colocándose a mi lado. Me detengo para contarle mi plan.

— ¿Qué te parece ir a visitar a Derek y a los chicos? —me cruzo de brazos y la observo expectante.

— Sabes que te voy a decir que es una maravillosa idea —responde con entusiasmo.

— Solo sería de avisarles a los chicos y pedirles permiso a nuestros papás —agrego, mientras vuelvo a retomar mi camino. Cami no tarda en seguirme.

Salimos al patio trasero.

— ¿Por qué no se te ocurrió esta brillante idea desde hace días? —pregunta burlona. Pero, no le doy una respuesta.

Nuestros papás se encuentran sentados en la pequeña mesa, cerca de la piscina. Nos acercamos a ellos y tomamos asiento.

— Buenos días a los padres más hermosos del mundo —saluda Cami con una reluciente sonrisa.

Que obvia que es.

— Buenos días —digo simple, mientras niego con la cabeza.

Nuestros papás se miran con confusión entre ellos y luego voltean hacia nosotros.

— Buenos días, mis amores, ¿Cómo amanecieron? —responde mamá, mientras toma la taza de café y le da un sorbo.

— ¿A qué se debe este milagro? —agrega papá, alzando una ceja.

— Uno ya no puede venir a saludar a sus padres con alegría, porque piensan que somos interesados —dice Cami con fingida indignación. —feo tu modo papá —le da una mala mirada en broma.

— Entonces hijo, ¿Qué es lo que quieren? —la ignora a propósito.

— Y todavía me ignora. ¡Fabuloso! —comenta ella, cruzándose de brazos.

Papá no tarda ni un segundo en empezar a reírse.

— ¡Ya viste cómo es, mamá! —señala a papá acusadoramente, mientras busca apoyo con la mirada.

— Deja de burlarte de la nena —dice mamá a papá, mientras le da un suave manotazo en el brazo. —no le hagas caso a tu padre —fija sus ojos en mi hermana, y le da una suave sonrisa. —entonces, linda ¿Qué es lo que quieren?

El Caos de Ariadna © (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora