Capítulo 20. Ladrón de postre

86 18 0
                                    

—POV Ari—

Las clases pasan lentas y aburridas. Mentira, no fueron tan aburridas como lo hubiera esperado, porque tuve buena compañía. Y por buena compañía, me refiero a que Cami estuvo en todos los cursos.

¿Qué hubiera sido de mi miserable vida sin Cami en los cursos?

Salgo de mis pensamientos, gracias a un pequeño tropiezo con mis pies. Sí, justo ahora, estoy siendo arrastrada por el inmenso pasillo hacia mi peor pesadilla. La cafetería.

¿Quién es la culpable? En efecto, Cami.

— Apresúrate, me voy muriendo de hambre. Y, también se nos va a acabar el tiempo de almuerzo —

— ¿Segura que vas muriéndote de hambre? —pregunto divertida. — No me digas que no te llenaste con todas las chucherías que pasamos comiendo en los cursos —

— ¿Comimos chucherías entre los cursos? ¿en serio? —comenta haciéndose la desentendida. — No me recuerdo —añade, finalmente deteniéndonos frente a una puerta doble.

Espero que la cafetería no sea para nada como comentó Cami. Dice que es grande, inmensa. Pero como ella es una exagerada como yo, no creo que sea tal cual la describió.

Sin esperarlo, Cami suelta mi mano y rápidamente abre las dos puertas de par en par.

Y yo que quería pasar desapercibida.

Observo que hace el amago de avanzar sola, pero para mi mala suerte, voltea a verme con una sonrisa pícara; y antes de poder objetar, me vuelve a agarrar de la mano, con un agarre firme que sobre entiendo que dice "ni loca te me escapas"

— Cami no —suplico por lo bajo.

No me responde, solo sale de ella una pequeña risa.

Me mentalizo, y cuando suelto un pequeño suspiro, es cuando ella me obliga a entrar de lleno.

Me jala, pero no tan entusiasmada como cuando veníamos hacia aquí. A simple vista, vamos tomadas de la mano, como dos viejas amigas. Más no saben que me lleva en contra de mi voluntad.

Aceptando mi realidad, decido que tengo que presentarme segura; así que, compongo mi postura, y doy pasos elegantes y firmes.

Siempre he sido una chica que camina con determinación. Incluso sé por mis propios amigos que, a primera vista me presencian como alguien creída. Pero no, simplemente es mi modo de caminar. No observo a nadie. Me enfoco al objetivo que me dirijo.

Con cada paso que damos, puedo sentir las miradas sobre nosotras. Las ignoro con éxito, pero, aun así, me quedo con intriga de atrapar a unos cuantos curiosos.

Soy algo contradictoria. Súper contradictoria.

Elevo mi mirada, y me fijo que estamos a pocos pasos de nuestro objetivo.

Llegamos a las vitrinas, con las cocineras detrás de ellas.

— ¡Buenas, bellas damas! —saluda Cami alegremente, poniendo una sonrisa en segundos sobre los labios de ellas.

Cami hace las presentaciones, y luego, continua resumiéndoles lo que le ha pasado en el transcurso del día.

Al final, termino interrumpiéndola.

— Ejem —carraspeo con diversión. —Te recuerdo que venias muriéndote de hambre —la remedo con dramatismo.

Cami rueda los ojos, y termina despidiéndose de las cocineras, con la promesa que, la próxima vez terminará de contarles todo.

El Caos de Ariadna © (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora