Capítulo 11. Todo lo bueno, tiene un fin.

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—POV Ari— 

Estamos justo en la entrada de la casa. Los chicos se alejan cada vez más y más, hasta que finalmente se pierden de nuestra vista.

Bueno, ¿Entramos? —pregunta mi hermana a mi lado. Me giro a verla, justo cuando ella empieza a caminar hacia la puerta.

— Me preguntas si entramos, y ni siquiera me esperas —reprocho mientras la alcanzando, y la empujo con mi hombro.

— Es tu culpa por ser tan lenta —me devuelve el empujón, haciendo que me tropiece con mis pies y casi me caiga.

— Si no fue en la playa, es segurísimo que va a ser aquí —digo rodando los ojos. — Tú quieres que mis pobres pompis terminen en el suelo ¿Va? —me cruzo de brazos, mientras continuamos caminando.

Stacy empieza a reírse de mí, y me termino contagiando de su risa.

Finalmente nos detenemos enfrente de la puerta, todavía con las risas y bromas. Saco la llave de la bolsa de mi pantalón, la meto en la cerradura y giro distraídamente el pomo.

Lo que nos encontramos del otro lado, es algo que no nos esperamos.

Porque no es normal encontrar a tus padres parados con los brazos cruzados y con caras de enfado ¿No?

Bueno, he ahí la clara señal de que algo no anda bien.

Se puede sentir el aire tenso. Decido girarme a cerrar la puerta a mi espalda, todo con tal de cortar el rollo del aire tenso.

Pero, error.

— ¡¿Ya vieron la hora que es?! —pregunta mamá exaltada. —Lo primero que su padre les dijo que NO hicieran, es lo primero que hacen —añade con la voz más alzada, y se encarga de remarcar muy bien el "NO".

Toda una actriz nata. Por favor, que alguien le dé un Oscar a esta mujer.

Para mí, que si sigue enojándose por cualquier cosita, va a terminar con azúcar y con canas verdes.

— Mamá, ni siquiera sabemos qué hora es —responde Stacy, cruzándose de brazos. En su tono de voz, puedo notar una pizca de enojo. —No hemos usado el celular en todo el día —descruza los brazos, y se acomoda unos mechones de cabello por detrás de su oreja. —Además, no es para tanto —.

Sé que se está conteniendo para no rodar los ojos.

— ¡¿Cómo que no es para tanto?! —exclama ella nuevamente, mientras empieza a resonar el tacón de su zapato contra el suelo, insistente e insoportablemente.

En serio, ella quedaría re bien en una telenovela.

Siempre es lo mismo. Aprovecha cualquier mínima oportunidad para hacer un show.

— Es pasada la media noche —añade y nos da una mala mirada. — Y su padre les dijo específicamente que no llegarán tarde —nos da un repaso de los pies a la cabeza con ojos evaluadores, como si quisiera encontrar algo malo en nosotras.

— Perdón, ¿Si? Lo sentimos —digo con el modo más pacífico que puedo. Espero no explotar antes de lo previsto. — El tiempo se nos pasó volando con los chicos. No volverá a pasar —añado, cruzando los brazos por sobre el pecho, y le sostengo la mirada.

¿Y papá? Ahí está, bien gracias, parado justo al lado de su preciada esposa, sin decir una sola palabra.

No es digno de ni siquiera defendernos. Puede que eso me desilusione un poco.

— Oh, claro que no volverá a pasar de nuevo —repite ella, con una voz que promete de manera directa problemas.

Siento un escalofrío recorrerme de la columna hasta los dedos de los pies.

Estoy a punto de preguntar a qué se refiere. Pero me interrumpen:

— Vayan a bañarse y a cambiarse niñas, luego bajan a la cocina —dice finalmente papá. ¡Bravo! Ya era hora. —Tenemos algo que hablar con ustedes —nos da una mirada indescifrable.

— Esta bien —respondemos mi hermana y yo al mismo tiempo.

Es algo preocupante eso. No sé porque presiento que algo va mal. Pero muuuuuuy mal.

Los rodeamos, y nos dirigimos hacia las escaleras, para poder subir a nuestras habitaciones. 

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Nota:

Tan, tan, tannnnn... (hagan musiquita de misterio)

¿Que creen que les espera a las pobres hermanas? ¿Algo bueno? ¿Algo malo? Que nervios.

Para descubrirlo, debes seguir leyendo.

Espero que la historia los esté atrapando poco a poco.

No olviden de dejar su comentario y votar.


El Caos de Ariadna © (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora