卍 𝟬𝟮𝟲 卍

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"Con los ojos cerrados yo le voy a creer"
(...)

Por años fue su hogar pero ahora se sentía como una forastera en aquella habitación rosada y llena de cuentos infantiles, Himiko y Kiyoko fueron las primeras en despertarse aquella mañana y en consecuencia su hermana mayor que estaba de visita sería la siguiente. A pasos torpes y con los pies descalzos, las niñas entraron a la que era su habitación de juegos pero ahora hospedaba a su lastimada hermana, Himiko golpeó su batería de juguete con entusiasmo a la par que Kiyoko picoteaba las mejillas de su visitante con sus fríos y delgados deditos.

— Hora de despertar, Yuu-neesan, tus medicinas esperan. - Canturreo Himiko caminando hasta la cama con un vaso de agua y un frasco de pastillas que el doctor le había recetado.

— Es súper temprano, enanas. - Se quejó dándoles la espalda, gran error, porque de un momento a otro las gemelas ya estaban en la cama.

— Mamá dijo que eras nuestra paciente y vamos a cuidar de ti. - La gemela mayor sacudió a la castaña. Yuudai terminó cediendo y tomando asiento en la cama para tomar su medicamento.

— En unos días tu pie estará bien. - Ahora fue Kiyoko quién continúo el juego de la enfermera haciendo a la mayor suspirar.

— El desayuno está listo. - Desde el marco de la puerta, la señora Kofoku dió ligeros golpes en la madera para llamar la atención de sus chiquillas y darle un respiro a su hija mayor. — Vayan a lavarse las manos y a sentarse, yo seré su relevo.

Las pequeñas asintieron y salieron de la habitación con prisas para ver quién era la primera en llegar al comedor provocando la risa del par de castañas.

— Están muy emocionadas de tenerte aquí. - Su madre le dió una sonrisa y se adentró en la habitación para sentarse a su lado. — ¿Te duele mucho?

Yuudai negó y terminó de pasar su última pastilla.

— Me siento bien, solo que las vendas me aprietan. - Confesó algo apenada, odiaba quejarse o dar problemas pero la presión en su piel comenzaba a ser una molestia.

— Déjame echar un vistazo, tal vez anoche me excedi.

En total silencio, Yuudai se quitó la camiseta para dejar sus vendajes a la vista de su madre, Yukiko quitó las vendas y revisó con cuidado debajo de las gasas, todo parecía estar en orden por lo que podía cumplir el capricho de su hija y liberarle un poco el vendaje.

— ¿Estás segura que no quieres hablar de lo que pasó? - Ahora sus ojos se posaron en el rostro sonrojado de su pequeña quién negó con la cabeza y volvió a cubrirse con la camiseta nada más terminó la revisión.

— Un accidente, Yoishi dijo que mandaron a alguien a checar mi apartamento y ahora será más seguro. - Comentó con una sonrisa en un intento de quitarle la expresión de preocupación a su madre de la cara, la mujer solo suspiró y llevó una de sus manos al rostro de la menor.

— Sabes que puedes volver cuando quieras, ¿No?, Llevaremos todo esté desastre al cuarto de las gemelas y tendrás tu habitación de vuelta. - La mirada de ambas recorrió la habitación repleta de juguetes y la oji verde negó.

— Está bien, me gusta ser independiente y eso.

Yukiko abrió ligeramente los labios en busca de dejar salir un montón de palabras que nunca vieron la luz, tenía tantas cosas que decirle a la menor y unas tremendas ganas de que aquella propuesta de regresar a casa se convirtiera en una orden, pero aquel pasado oscuro que compartían y las veces que su pequeña vivió bajo la represión de aquel moribundo hombre se le venían a la mente cada que trataba de mostrar algo de autoridad frente a su linda Kanamori. Era su madre pero no podía contraponerse a sus decisiones porque aún sentía que ni siquiera después de 8 años, su corazón se haya redimido por entregar en bandeja de plata el alma de su primer hija.

𝗜'𝘁𝘀 𝗬𝘂𝘂-𝗱𝗮𝗶. [ᴛᴏᴋʏᴏ 卍 ʀᴇᴠᴇɴɢᴇʀꜱ]  ᴹˢ × ᶠᵉᵐ ᴿᵉᵃᵈᵉʳDonde viven las historias. Descúbrelo ahora