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"Ojalá"

(...)

Un funeral al que solamente Yuudai y Koneko pudieron entrar, porque apenas verle la cara a Manjiro la señora Baji rompió en llanto y le señaló con furia.

"Es tu culpa, mi hijo no estaría muerto si no hubiera seguido tus pasos y los de tú hermano" 

Exclamó en un fuerte arrebato que la hizo terminar en el piso e hizo al grupo de pandilleros el centro de atención en aquella estrecha sala. Mikey no reprochó y solo se puso de pie en completo silencio para salir de la sala seguido por el resto de capitanes, porque si la madre no deseaba ver a su comandante, cómo capitanes compartían la misma culpa. Kanamori y Koneko no les siguieron pero tampoco se quedaron en su lugar, en silencio caminaron hasta la mujer y le ayudaron a ponerse de pie.

— Keisuke... él era un buen chico, esto no tuvo que haber pasado... - Musitó la mujer una vez que pudo mantener el equilibrio y alzar la vista, una mujer de mediana edad completamente destrozada al ver a su pequeño en una caja de madera. No era un dolor que una madre debía sentir, los hijos debían morir mucho después que los padres lo hicieran pero el universo es cruel y la muerte tan fugaz que ni siquiera había podido decirle adiós. Eso era lo que la mataba lentamente por dentro.

Porque existía la palabra "huérfano" para un niño que había perdido a sus padres pero ningún título para aquellos padres que perdieron a sus hijos.

— Yuu, Koneko, díganle a Manjiro que lo lamento, gracias por venir. - Débilmente arqueo sus labios para intentar sonreirles, Koneko solo asintió y caminó hasta la salida siendo seguida desde atrás por la castañita que casi de inmediato fue detenida por la profunda voz de la Señora Baji. — Yuu, no dejes que te arruine la vida.

Su cuerpo quedó estático al oír esas palabras e Instintivamente llevó su vista hacia afuera donde Manjiro la estaba esperando. ¿Realmente había una parte de su vida que el estaba arruinando?

Porque aún cuando tus piernas ya no pueden andar, el tiempo no se detiene, y eso era algo que Yuudai e incluso la Tokyo Manji sabían muy bien

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Porque aún cuando tus piernas ya no pueden andar, el tiempo no se detiene, y eso era algo que Yuudai e incluso la Tokyo Manji sabían muy bien.

Su suerte no había mejorado y tristemente aún no podía presumir de aquella calma después de la tormenta de la que tanto escuchó hablar, sintiéndose como una pequeña barca atrapada dentro de un huracán, Yuudai permanecía lo más calmada que su situación se lo permitía; habló por última vez con su padre y logró visitar la tumba de Keisuke por primera vez desde el funeral. Se sentía en paz aún cuando se había negado a derramar una sola lágrima, llenandose lentamente como un pequeño recipiente que amenazaba en rebasar su capacidad desde hace tanto tiempo.

Pero prefería sonreírle amablemente a sus amigos antes de pedir un hombro para llorar, así fue como erróneamente se le educó y se reforzó después de la partida de Baji.

𝗜'𝘁𝘀 𝗬𝘂𝘂-𝗱𝗮𝗶. [ᴛᴏᴋʏᴏ 卍 ʀᴇᴠᴇɴɢᴇʀꜱ]  ᴹˢ × ᶠᵉᵐ ᴿᵉᵃᵈᵉʳDonde viven las historias. Descúbrelo ahora