Últimamente había tenido más días malos que buenos, pero de esos que te esfuerzas en no recordar, de los que tampoco quieres hablar y solo prefieres guardar silencio como una tumba. El apartamento era una tumba hace una semana, nadie hablaba, cada uno estaba con su vida tratando de ignorar al otro, pero ¿cómo puedes ignorar a alguien que entra dando un portazo y corre hacia el baño? No se puede, por lo menos, yo no pude ignorarlo.
Sabia que seria una tarea difícil entrar al baño, primero siempre estaba obstaculizado por algo, esta vez fue su mano haciendo presión en la puerta para que no pudiera abrirla, segundo mi barriga me hacía perder el ochenta porciento de mi motricidad y tercero el baño era demasiado pequeño, pero entre de todas maneras y lo vi.
Podría jurar que nunca vi ojos como los suyos antes, eran verdes pero llegando a la pupila tomaban un color azulado que era magnífico, tenía largas pestañas, rizadas y muy oscuras, y sus cejas finas juntas formando un ceño fruncido.
Purpurina manchaba su pelo y se expandía por su cuello, en su frente tenía pegadas pequeñas piedras violetas y sus ojos estaban pintados, era la viva imagen de un desastre. Lo obligue a sentarse en el inodoro, luego puse desmaquillante sobre un pedazo de algodón y lo pase por su rostro, lo hice con adoración, porque no importaba que no nos habláramos hace una semana, yo siempre lo iba a adorar, por más que siempre me dejaba sin paciencia, el es lo único que ocupa mis pensamientos, al fin y al cabo él será el padre de mis hijos.
— Soy un desastre — susurro mas para el que para mi.
Sus manos temblaban y sus piernas no paraban de moverse, supe que debía apurarme, el quería hacer otras cosas, como ir a inhalar algo a la habitación o fumar algo en el balcón, pero no me apure, porque no quería dejarlo ir, no iba a permitir que lo hiciera otra vez, el dijo que estaba limpio, que se había deshecho de todo, que su prioridad eramos yo y los bebés, y yo intente creerle, pero no lo hice, en el fondo se que debe tener cosas escondidas en el departamento, en cualquier rincón puede haber una bolsita llena de pastillas.
Me coloque frente a él y levanté su cara para poder sacar las piedritas de su frente, cerró sus ojos, sus tan bellos ojos se negaban a verme. La vergüenza lo carcomía por dentro, él sabía que me estaba mintiendo y eso me enfureció, porque él sabía que yo sabía lo que iba a hacer.
— ¿Quieres ver la ecografía? — le rogué cuando termine, haría cualquier cosa con tal de mantenerlo junto a mi.
Me miró, sus ojos estaban rojos, con lágrimas acechando y asintió con su cabeza. Tome su mano áspera, y lo lleve a la cocina, se sentó en un taburete y yo lo llené de comida, todo lo que prepare hoy, en mi dia libre, mientras trataba de no pensar en su adicción, en cómo sería traer a dos niños al mundo cuando su padre es un adicto, ¿como podría cuidarlos aquí? Con las manchas de humedad en el suelo y el incesante humo entrando por la ventana.
— Tiene cara de Steven — dice con voz ronca mirando la ecografía — Y ella de Stephanie.
— ¿Quieres hacer lo de las iniciales? — pregunto acercando mas a el el plato de fideos.
— Tu madre lo hizo contigo y tu hermano, deberíamos seguir la tradición.
Me tranquilizo en el instante en el que toma el tenedor y se lleva un bocado de fideos a la boca. Él sonríe bajo mi atenta mirada y acaricia mi mejilla.
— Está bien, pero esos nombres son horribles.
— Lo siento inventora de nombres, ¿porque no nos iluminas con tus tan originales opciones? — dice con la boca llena y yo río.
— No te van a gustar — digo sacándole importancia.
— Dime.
Él tomó mis mejillas y besó mi frente, me apoyó en él, dejándolo acariciar mi barriga. Tomó la ecografía y se las muestro.
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Amor a la italiana
RomanceEl amor muchas veces puede ser difícil. Giovanna ha amado y perdido las veces suficientes como para sentir temor al amor, al compromiso y a las nuevas sensaciones. Ella no se siente preparada para el torbellino de emociones que el amor produce. Sin...