Abro la puerta de la habitación de Camille tratando de ignorar el mensaje y conteniéndome de no contestar, y la imagen que veo al entrar al cuarto es tan asombrosa que me despeja: Camille está boca abajo, su pelo está absolutamente pegado en su cara y solo se puede ver su boca abierta de par en par junto a un hilo minúsculo de baba pegando en el colchón, una pierna sobresale de la cama y se extiende por el aire, la sabana está movida por lo que la mitad de su trasero queda al aire. Con una sonrisa, saco mi teléfono del bolsillo de atrás de mis vaqueros y le saco una foto.
Golpeo su trasero cuando llegó a su lado y ella cae de la cama de una forma muy chistosa.
— Maldita cabrona— dice sentándose en el suelo.
Yo río mientras veo como trata de despegarse el cabello de la cara
— Escúchame, necesito tu ayuda — digo mirando mis manos.
Mio dio, nunca en la vida pensé que le estaría pidiendo consejos a mi prima menor. ¿Qué sucede conmigo? Dejó a un desconocido entrar a mi casa y se queda a dormir y ahora le pido consejos a Camille.
— Oh ni me digas, es sobre tu nuevo novio que no te preocupaste en contarme que tenías — escupe levantándose del suelo, camina enojada hasta su maleta y comienza a vestirse.
— ¿Cuántas veces te he dicho que no confíes en Alessia? La mitad de sus rumores son falsos.
Me siento en la cama y doy vuelta su almohada para evitar que se vea el grandísimo charco de baba que hay en ella. ¿Cómo una persona puede salivar tanto? Camille debería estar deshidratada después de perder tanta saliva.
— Entonces ilumíname prima— dice metiéndose en unos vaqueros a saltitos— Porque ella me ha mostrado una foto y déjame decirte que he reconocido a Cold republic y quedé deslumbrada ante tanta musculatura. Además, ella me señalo específicamente a el chico que estuvo mirando durante toda la reunión se llamaba...
— Alexander.
Ella me mira asombrada para luego sonreír maliciosamente.
— ¿Así que Alexander? — dice con voz chillona juntando sus pechos generando un gran escote en su remera — Alexander, Alexander, Alexander.
Ella se acerca hacia mí e intenta tocar mi cara con sus pechos, afortunadamente como reflejo me alejo riendo. Camille es una persona muy graciosa y siempre sabe hacer reír a las personas, la admiro por eso.
— Él se comunicó conmigo — digo agitando el móvil en mi mano.
— Muéstrame, muéstrame— dice efusiva sentándose a mi lado.
Bufando le arrojó el celular con el mensaje abierto. Ella observa el celular con el ceño fruncido y luego de minutos de incertidumbre sonríe.
— Le gustas — dice tendiéndome el teléfono.
— ¿Disculpa? ¿Tu supiste eso mirando el simple mensaje?
Es imposible. No puedo gustarle, suponiendo que lo que dijo Camille es cierto, las cosas no se pueden dar tan rápidamente, tienen que pasar meses para que le guste y el a mí. ¿Entonces por qué pienso tanto en él? Estoy jodida.
— Mira prima puede que tu tengas una venda en los ojos y que no quieres sacarla, pero a ese chico le gustas. Se puede hasta leer la sonrisa que puso mientras escribía el mensaje.
— No puedo gustarle, así como así Camille— replicó poniendo mis ojos en blanco.
— ¿Por qué? — pregunta con una sonrisa.
— Pues tiene que pasar tiempo, bastante, las cosas no son tan fáciles y si lo son, entonces no valen la pena.
Nunca tuve buena suerte en el amor, a mis veinticinco años me han roto el corazón un sin fin de veces, admito que soy una persona difícil pero mi corazón roto va más allá de mí. Pero mi última relación. Mio dio. Fue tan devastador que ya no me interesan ese tipo de cosas, lo único bueno que gane de esa relación fue a mis hijos porque después el sufrimiento lo cargo hasta el día, es ese tipo de dolor que no se supera nunca.
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Amor a la italiana
RomanceEl amor muchas veces puede ser difícil. Giovanna ha amado y perdido las veces suficientes como para sentir temor al amor, al compromiso y a las nuevas sensaciones. Ella no se siente preparada para el torbellino de emociones que el amor produce. Sin...