La Levedad de la Memoria | Camren

17

Pasado

Dos días pasaron en los que no hubo noticia alguna de Andrew Virgilio Todd; ese día Lauren tuvo que trabajar. Ella estuvo sentada toda la tarde mirando la puerta del pequeño local queriendo escapar y jamás regresar a ese aburrido lugar. Si había algo que no toleraba Lauren era el aburrimiento, la monotonía y no tener algo que hacer; ese era su trabajo. Trató de leer un libro sobre la historia del tango pero su compañera no dejaba de hablar así que desistió.

—¿Me entendistes? —dijo la compañera de Lauren marcando la innecesaria S de la palabra—. No entiendo porque se conecta y no me habla. Siempre es así y hoy van treinta y cinco veces. Mira otra vez se conectó y no me escribió.

—Suena horrible —contesto Lauren mientras seguía distraída mirando la puerta.

—Chi —dijo la compañera con su voz tan aguda y molesta.

A parte del trabajo monótono, su compañera no era la mejor conversadora por lo que las horas transcurrían con una sufrible lentitud, casi como una cámara lenta; una agonizante y tediosa cámara lenta. Miró el reloj una vez más y faltaban tres horas para terminar el turno. Tendría que aguantar hasta las seis de la tarde. A las seis en punto correría sin mirar atrás al paradero más cercano. Cuando llegó el momento, Lauren hizo como planeó desde horas antes, tomó su mochila y de un brinco salió sin mirar atrás. Sin embargo, Lauren frenó en seco cuando vio quien la estaba esperando tras la puerta del diminuto local.

—Hola hermosa. ¡Que sorpresa! —Sonrió Lauren acercándose a la joven que sostenía algo pequeño en sus manos—. Te ves tan hermosa hoy. No sé cómo lo logras.

—Lamento no haberte avisado, pero pasaba por aquí y quería traerte algo —dijo Camila Cabello entregándole eso que tenía en sus manos.

—¡No puede ser! Camila me acabas de hacer la mujer más feliz del mundo —dijo Lauren cuando hubo tomado en sus manos el obsequio—. Te acabas de ganar mi corazón incondicionalmente. ¿Es tiramisú? Cami, eres lo mejor que me ha pasado en la vida.

—Te encantará aún más cuando lo pruebes.

Entonces Lauren se acercó a Camila y la abrazó; su agarre era tan fuerte y tan cálido. Otra vez, Cabello sentía como si pudiera levitar cuando estaba en los brazos de su amiga. Era la calma, la bondad, el cariño y mil sentimientos más igual de positivos los que ella podía sentir cuando estaba en los brazos de su amiga. A veces se sentía culpable por sentir esa especie de malicia, pero después se recordaba que nada sucedería y que solo era por la exagerada admiración que sentía.

—Camila por Dios. Esto esta delicioso, ¿por qué me haces tan feliz? —dijo Lauren después del primer bocado.

—Creo que te lo mereces.

—Eres lo mejor que me ha pasado en la vida —dijo Lauren cuando dio la segunda cucharada del delicioso postre—. ¿Quieres ir por algo de tomar?

—Claro —dijo Camila.

—Genial.

A esa hora el atardecer empezaba a llegar. El cálido día poco a poco se volvió un poco más fresco y los colores del cielo cambiaron dramáticamente. Otra vez, Lauren señaló el cielo con admiración por los colores tan remarcables a lo que Camila miró con igual de admiración. Las calles estaban bastante vacías esa tarde y las luces del alumbrado público fueron encendidas, una por una conforme llegaba la oscuridad. Cuando ambas mujeres estuvieron esperando que un semáforo cambiara de color, Lauren volvió a rodear a Camila con su brazo. A Camila Cabello le encanta que Lauren hiciera eso.

Ambas caminaron hasta ese lugar donde se encontraban la mayoría de bares de la ciudad. Allí entraron a uno pequeño que quedaba en un tercer piso. Era una hermosa terraza con vista a una de las avenidas principales de la ciudad, desde allí se podía ver como los autos pasaban y parte del comercio. El lugar era bastante rústico, pero al mismo tiempo era cómodo. La iluminación eran pequeñas lucecitas y bombillos dentro de viejas botellas de vino. Camila quedó encantada cuando estuvo allá. Lauren ordenó varias cervezas en un balde con hielo. Para Camila, incluso el balde era lindo.