Pasado
Al día siguiente, Lauren se despertó temprano. Sonrió al ver la carta de Camila a su lado. Aquel era su nuevo tesoro y su silenciosa compañía en las noches. Se estiró perezosamente antes de salir de la cama, rascó sus ojos llenos de sueño y recogió su despeinada cabellera para darse cuenta que esa bella memoria del día anterior había sido realidad y no un sueño lúcido.
—Lo logré —se recordó en voz alta.
Caminó en ropa interior hasta la cocina. Allí bebió un vaso de agua y, del grifo de la cocina, lavó su cara. Esas eran las ventajas de vivir sola: andar desnuda, hacer cosas que vista por alguien más le causarían regaños, ver contenido inapropiado en la sala de estar, escuchar tangos a cualquier hora del día, entre muchas otras.
Luego de bañarse, tomó su teléfono sin saber que debía hacer. ¿Debía saludar a Camila y desearle un buen día? Con César nunca lo hizo, pero era porque César Franco no le generó esa ansiedad de desearle un bonito día. Por otro lado, estaba Camila. Ella sí que le generaba la necesidad de desearle un bonito día, una feliz tarde, una noche increíble y hasta la mejor vida posible. Pero, ¿acaso sería eso un poco pronto? Entonces miró su teléfono.
"Buenos días, te deseo un gran día, hermosa."
Ese era un mensaje de Camila. Lauren sonrió ya que se le habían adelantado con el mensaje de buenos días. Quizás ambas tenían una forma de pensar similar. Eso le gustaba.
"Justo estaba buscando las palabras para desearte un feliz día, hermosa mía. ¿Quieres hacer algo hoy?"
Era claro que Camila quería hacer algo. No le importaba qué, solo quería tener la compañía de Jauregui; si se trataba de comer alguna comida callejera, hacer las compras, ir a un bonito restaurante, caminar sin rumbo por la ciudad, ver una película, exterminar las plagas que tanto temía Lauren en su jardín. No importaba qué, solo quería estar junto a ella.
"Ven. Solo asegúrate de no almorzar en tu casa."
El día era tranquilo. Las calles estaban vacías y la gran mayoría de tiendas y locales no estaban abiertas al público. Era un excelente día para disfrutar la tranquilidad de la calle y usar la bicicleta. Camila decidió usar pantalones cortos, una camiseta blanca sencilla y una esclava de plata que su padre le había obsequiado años atrás, esa que traía la imagen de un santo colgando de ella. El día era cálido, tan cálido que Camila prefirió aplicarse desodorante una segunda vez antes de llamar a la puerta de Lauren. También aplicó un toque de perfume y secó su frente ya que el sudor empezaba a caerse en pequeñas gotas dejando un rastro en su camiseta.
Llamó a la puerta. Escuchó como del otro lado, alguien bajaba las escaleras corriendo, con prisa; era Lauren. Abrió la puerta y le sonrió.
—Hola Cami. Hoy te ves más hermosa.
Camila solo sonrió. Le gustaba ver a Lauren y le gustaba aún más ser halagada por ella. Cuando Camila estuvo a punto de contestar, los brazos de Lauren la habían envuelto en un cálido abrazo, casi tan cálido como el incesable calor que calentaba el asfalto de su calle.
—Ven. Déjame ayudarte con esto —dijo refiriéndose a la bicicleta—. Por Dios, que rico hueles.
Al entrar al lugar, Camila notó que las cosas habían cambiado de sitio. El sofá entonces estaba en el lado opuesto, los libros estaban junto a la ventana, la palma y el arbolito estaba más cerca de la cocina, la mesa estaba en la mitad y las plantitas eran las únicas que conservaban su lugar junto a la ventana. Era muy fresca la casa de Lauren, para Camila significaba un oasis en medio del árido desierto.
—Me gusta como se ve —dijo Camila—. ¿Siempre haces cambios?
—Hermosa, me aburre ver siempre lo mismo en la misma posición. Tiendo a aburrirme muy rápido de las cosas —dijo Lauren mientras sacaba un jugo de la nevera. Tomó un vaso grande y sirvió el líquido frío. Camila recibió el jugo y le fue inevitable pensar que quizás Lauren también se aburriría de ella en cualquier momento.
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La Levedad de la Memoria | Camren
FanficPiensa por un momento que te enamoras de tu amiga más cercana, ¿eso suena algo muy normal? Ahora imagina que durante años tratas encarecidamente de conquistar su corazón y, como si fuera un milagro, lo logras. Sin embargo, para tu pésima suerte, tu...