36

286 36 11
                                    


Días más tarde, durante esas largas sesiones de terapia, el doctor le preguntó varias cosas a Lauren. Una de esas era acerca de los recuerdos. Con delicadeza, el terapeuta exploró el paisaje de su memoria, buscando entender cómo los hilos del pasado entrelazaban la cortina de su presente.

—No lo sé. No sé si son recuerdos lo que vienen a mi mente. He visto imágenes que no parecen tener un sentido claro— dijo Lauren mientras estaba sentada en la consulta con el doctor Márquez.

—¿Qué has visto? —preguntó el doctor mientras escribía en su laptop.

—Un pasillo blanco —dijo Lauren—. Eso fue todo.

—Interesante. ¿Cómo llegó esa imagen a ti? —preguntó el doctor Márquez.

—Mientras me leían un cuento —contestó Lauren y el doctor seguía anotando en su agenda digital—. Además, he sentido momentos de familiaridad. Me pasó hace poco al oler un perfume.

—Lo que usted describe se conoce como memoria olfativa, y es un fenómeno bastante frecuente. La memoria olfativa es la capacidad del cerebro de asociar olores específicos con recuerdos particulares. Esto ocurre porque el sistema olfativo está estrechamente conectado con las áreas del cerebro implicadas en la emoción y la memoria —dijo el médico.

—¿Qué pasa con los sueños? ¿Pueden ser recuerdos también? —preguntó Lauren intrigada, mientras evocaba esos momentos oníricos junto a Camila.

—Verás, la cuestión con los sueños es que nuestro subconsciente puede estar reflejando esos sentimientos que, despiertos, tratamos de suprimir o reprimir —añadió el doctor—. Los sueños no son de fiar; sin embargo, no se debe descartar que puedan estar influenciados por vivencias pasadas.

—Entiendo —dijo Lauren decepcionada; lo que en realidad quería escuchar era que esos eventos, en efecto, pasaron. Y que su mente estaba luchando por hacerle saber que, entre ella y Camila, había más que una amistad en el pasado.

—Te tengo una tarea para esta semana —dijo el hombre, mientras sacaba de la gaveta de su escritorio una cartilla. Era una cartilla colorida y con dibujos; era una de esas que los infantes usan para aprender a escribir cuando recién empiezan la escuela—. Vas a completar hasta la página catorce.

—Esta bien —dijo Lauren aceptando la cartilla.

De eso se trataban las terapias: en el caso de Lauren, su afasia le impedía leer y escuchar, por lo que era esencial tratar esa parte del lenguaje escrito. Para ello, debían trabajar todo desde el inicio. Con el doctor, habían trabajado las vocales mediante imágenes; lo mismo hicieron con el alfabeto. Ahora era el momento de empezar a trabajar en la motricidad para escribir palabras cortas. De esa forma, Lauren empezaría a reconstruir la conexión entre los grafemas, las sílabas, el sonido fonético y, poco a poco, las palabras.

—Te veo mucho mejor, Lauren —le dijo el médico antes de que su paciente se fuera por la puerta.

—Gracias.

Aquello era real: Lauren estaba recuperando el peso y su color estaba mejorando, poco a poco. Su semblante también mostraba una mejora. Al llegar a casa, Lauren se fue a dormir; aquel había sido un día agotador para ella. Ir a las terapias siempre le resultaba exhaustivo, y la migraña le recordaba que debía tomar las cosas con calma. Ese día, llegó un poco decepcionada por lo que escuchó sobre los sueños.

—Bueno, era muy lindo para ser cierto —dijo Lauren antes de irse a dormir.

Como si ella se lo hubiese pedido a su subconsciente, esa noche, Lauren volvió a soñar con Camila. Ambas mujeres estaban en lo que parecía un hermoso café, adornado con un enorme árbol en su centro. Eran las únicas dos personas sentadas en medio del lugar. Camila, vestida de blanco, la miraba nerviosa; jugaba con sus manos, alterada, como si tuviera miedo de algo. Lauren, por su parte, estaba segura.

La Levedad de la Memoria | CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora