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Pasado

Al día siguiente, Lauren Jauregui estaba tan sonriente que su cara empezaba a doler. Tan pronto como despertó, encendió la música de su casa. Puso una canción perfecta para su estado de ánimo y empezó a cantarla fuertemente. No le importaba que los vecinos de abajo la escucharan o que su garganta terminara ardiendo gracias a los gritos.

¡Cómo ríe la vida si tus ojos negros me quieren mirar! —Danzaba la chica mientras regaba sus plantas. El amplio pijama se movía con cada salto que daba Lauren —. ¡La noche que me quieras, desde el azul del cielo, las estrellas celosas nos miraran pasar!

Para ser una adulta joven, Lauren Jauregui amaba el tango, especialmente ese de los años 30s. Era un poco raro, pero ella lo disfrutaba realmente. Cuando terminó de cantar la canción, Lauren sonrió y se tiró de espaldas contra el sofá de su sala de estar. Suspiró y sonrió aún más grande. No podía evitar sentirse en las nubes después de ver a Vanessa Vivaldi una vez más. Estaba tan enamorada que eso le hacía olvidar todo lo que le rodeaba. Incluso podía olvidar que su casa tenía paredes de lo enamorada que estaba.

Barrió el suelo de madera y limpio el polvo de las estanterías donde ponía sus libros y sus plantas. El lugar era bastante iluminado. Ella personalmente se había encargado de pintar las paredes y de decorar cada uno de las macetas. Lauren Jauregui también había sido la que pintó las estanterías y organizó los muebles a gusto de ella. El lugar era bastante pequeño y estaba conformado por una pequeña cocina, dos habitaciones, un baño y una salita de estar. Vivía en una casa de dos plantas. Ella ocupaba el segundo piso y la terraza. En la terraza tan solo tenía una silla que utilizaba para ver el atardecer y escuchar música, su ropa que se secaba al aire y más plantas sembradas a modo de una pequeña siembra de diferentes alimentos. Lauren Jauregui no tenía en qué más gastar su tiempo, las plantas eran un excelente pasatiempo para ella. Cuando terminó de asear su pequeña vivienda, recibió un mensaje de Vivaldi.

"Me hizo muy feliz verte ayer. No sabes cuándo quiero verte de nuevo. Un beso para ti y mi corazón siempre contigo."

Gritó emocionada sin importarle lo que los vecinos de abajo pudieran llegar a pensar de ella. Ya se había hecho a la idea de que los vecinos pensaban que era una persona bastante peculiar. Durante varias oportunidades quiso decirle a Vanessa lo que sentía. Sin embargo, volvía a tener miedo y este le paralizaba por completo la lengua. No quería perder a la única persona que había amado con intensidad en su vida.

—¿Qué debería hacer? —Habló en voz alta—. No debería tener miedo de perderla.

Ese era su mayor secreto. Ni siquiera su mejor amigo sabía a cerca de su amor secreto.

***

Camila Cabello esa mañana se despertó con algo de emoción. Sentía que quizás estar de regreso podía ser algo no tan malo. El día anterior, un amable chico se había empeñado en no dejarla sentir sola. Cabello, quien en esa época tenía tan solo 26 años, salió de la cama directo a la cocina a prepararse un café, amargo y con muy poco dulce. Lo bebió caliente e inmediatamente sintió como su cuerpo recuperaba la energía faltante para iniciar su día. Su madre puso frente a ella el desayuno. Para esa mañana, Camila revisó su teléfono. No tenía notificaciones de ningún tipo, ni siquiera uno de esos correos molestos con promociones que no interesan en lo absoluto. Era normal que no tuviera alguien que le escribiera.

La única persona que ocasionalmente le escribía era ese ex novio que había estado junto a ella durante lo que fueron años. Ese mismo que todavía le dolía cada vez que veía su foto en su antigua galería. Sin embargo, ese día no tuvo ningún mensaje de aquel personaje inolvidable.

La Levedad de la Memoria | CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora