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Pasado

El beso fue diferente a todos los que había experimentado antes. Fue suave, tibio y dulce, así como jamás la había besado su exnovio años atrás. Sintió un agradable cosquilleo en su estómago al igual que en sus labios. Camila quiso que ese momento no terminará jamás; sin embargo, para su desgracia, tan solo duró unos escasos segundos de su vida. La puesta de sol, el aire tibio y la cálida compañía, todo aquello era como protagonizar su propia película de romance.

—Si te digo que este ha sido el mejor beso de mi vida, ¿me creerías?

—Te creería —contestó Camila.

—Bueno, este fue el mejor beso de toda mi vida.

El día siguiente, fue como todos los que le esperaban durante los próximos seis meses, Lauren estaba aburrida en clase; no prestaba atención, tan solo hacía dibujos sin sentido en su libreta de apuntes. Le gustaba dibujar árboles, edificios, animales, casas en ruinas, incendios, objetos y herramientas. Cualquier persona que hubiera revisado sus apuntes pensaría que tenía problemas, y sí que los tenía, su déficit de atención seguía latente. Ese sería su último semestre de su carrera por lo que estaba más despreocupada que nunca.

Cuando terminó el dibujo que ocupaba la mitad de su libreta, lo vio: ahí estaba Pablo. Lauren pensó que no había cambiado en lo absoluto, su cara de idiota y su ridículo bigote permanecían tal y como lo recordaba desde la última vez que lo vio, o, más bien, la última vez que realmente le había prestado atención, fue en aquella remota foto con Camila tiempo atrás. Lauren sonrió ya que se sentía superior a él. Pensó con seguridad que Pablo no era competencia para ella. Lauren sabía que no estaba bien creerse mejor que sus iguales; no obstante, a veces su ego era más fuerte que su humildad.

Al salir de esa eterna clase, fue a su lugar favorito para tomar un café fuerte y dulce como su nuevo amor. Allí se encontró a Camila. Ella estaba sentada sola en su mesa favorita. El lugar esa mañana estaba especialmente vacío y cálido. No pudo contener esa sonrisa que se dibujaba en su rostro al verla.

—Hermosa, buenos días —dijo animadamente—. Dios, cada día estas más hermosa. Sé que siempre lo digo, pero sí que es verdad.

—Gracias —dijo Camila al tiempo que sus mejillas se teñían ligeramente de carmín—. ¿Cómo ha estado tu día?

—Ahora mejor que te veo. ¿Tienes hambre? Apuesto que sí. Iré por tu desayuno —dijo Lauren poniéndose de pie y caminando hasta la

—No es necesario.

—Por favor, déjame hacerte feliz —dijo Lauren sin dejar de sonreír.

Al cabo de unos minutos, Lauren regresó con un café, dos croissants, una dona, un caramelo y un chocolate. Camila la miró encantada ya que era la primera vez que alguien tenía esos detalles con ella. Además, el qué Lauren lo hubiera acomodado todo en una de las bandejas de la cafetería formando una cara feliz, hacía que todo fuera mucho más especial.

—Hoy me llamaron para ir a trabajar —dijo Lauren—. Me aburre hasta el alma, pero supongo que debo ir.

—¿Cuánto tiempo?

—Toda la tarde. ¿Sabes? La tarde es el momento más aburrido. No hay mucho por hacer o hay demasiado por hacer. Es tan impredecible —dijo Lauren—. Si quisiera leer algo, no podría. Bueno, supongo que por eso te pagan.

—¿Quieres hacer algo después de trabajar?

—Hermosa, si es contigo, quiero hacer lo que sea a la hora que sea —le sonrió.

La Levedad de la Memoria | CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora