14

604 52 9
                                    


Pasado

Al día siguiente, la creciente confusión de Lauren aumentaba conforme se estiraba entre sus sábanas revueltas. Para ella, era casi imposible poder poner en orden los pensamientos y recuerdos que trataban de llegar a su mente. Por esa razón, estaba buscando cualquier manera de acomodarlos y, así, darle sentido a ese terrible sabor amargo en su boca y el constante punzón en su cerebro. Abrió los ojos contra su voluntad para ver su teléfono junto a la almohada casi sin batería. Eran las dos de la tarde y ella estaba desnuda entre la desordenada cama.

Cuando fue consciente de su desnudez, se levantó de golpe tratando hallar una explicación aceptable. Entonces encontró un bulto junto a ella cubierto por la sábana blanca.

—Mierda —susurró mirando con terror ese espacio de su cama que parecía estar habitado por alguien con sueño igual de pesado a ella.

Nunca en su vida había sentido tanto terror a lo desconocido. Tenía miedo de encontrar un extraño bajo sus sabanas; pero sobre todo, tenía miedo porque no podía recordar lo de la noche anterior. El miedo al olvido, el miedo a no estar consciente de lo que se hace, de lo que se quiere hacer, o de lo que no se quiere hacer.

Entonces quitó la sábana despacio, como si tuviera miedo a despertar a un monstruo que aguardaba por ella, en silencio, y con un sueño tan leve como sus recuerdos. Volvió a respirar cuando encontró nada más que una pila de ropa, la misma que había estado usando la noche anterior. Se burló de lo dramática que fue al pensar que había pasado la noche con un extraño. Salió de su cuarto y fue directo al baño con la esperanza de darse una larga ducha no sin antes tratar de recordar lo de la noche pasada; se juró a ella misma que no volvería a excederse con los tragos de nuevo y que jamás de los jamás volvería a sentir la amnesia etílica mañanera post fiesta.

Salió del baño envuelta en una toalla dejando pequeños charcos conforme iba pisando la baldosa. Buscó dos aspirinas y un vaso de agua. Entonces tomó su teléfono para ponerse al día, fue cuando vio su galería de imágenes. Quedó con la boca abierta al ver más de diez fotos donde tenía diferentes mujeres sentadas en su regazo; eran más de diez y ninguna de ellas estaba vestida y en varias incluso la estaban besando agresivamente y se aferraban de su cuello casi con una violencia felina.

—¿Qué?

Se sentó junto a una pequeña palma que tenía en su sala de estar, justo bajo a el estante donde tenía sus pequeños cactus. Allí guardaba el cactus que había sembrado para Camila y que planeaba entregárselo en los próximos días. Allí sentada aún envuelta en su toalla trataba de acercar la imagen a más no poder con el propósito de entender las escenas. No conocía a ninguna de las chicas y tampoco quería conocerlas. Por un momento se le revolvió el estómago debido a la culpa y a la sensación de traición hacia ella misma. ¿Acaso tenía eso algo de sentido? Sabía que no.

Por su parte, Camila había despertado deseando que fuera una mala broma la fotografía de la noche anterior, pero no lo era. Se sintió triste porque nuevamente se daba cuenta que nunca era lo suficientemente buena para alguien y que fantasear con alguien como Lauren era una pérdida de tiempo. Era eso, ese imposible era él que le atraía aún más. Camila veía la fotografía y se convencía de lo inalcanzable que era su amiga. No podía evitar sentir celos de ellas, las mujeres que estaban rodeándola.

"¿Quieres salir hoy?" recibió un mensaje de texto, era Andrew Todd. Se decepcionó ya que quería que en su lugar hubiera sido Lauren la que le escribiera.

"Seguro."

"Te enviaré la dirección." Decía el siguiente mensaje del rubio.

Andrew sabía de la atracción que sentía Camila por su mejor amiga. Y también sabía la ignorancia e indiferencia de su amiga hacia Camila. Por eso, el tomaría ventaja sobre la situación; además, no sería pecado que él tratara de conquistar a Camila a toda costa. Aún si eso significara manchar un poco la reputación de Lauren. Total, Lauren ya lo había hecho tiempo atrás con él, así que era válido... ¿verdad?

La Levedad de la Memoria | CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora