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Pasado

Durante esa semana, un vendaval azotó la ciudad, fueron días en los que la lluvia siempre estuvo presente como un velo cubriendo los pocos edificios y las casas. Las jornadas se hacían frías y melancólicas para Camila. Lauren, el jueves no regresó, tampoco lo hizo el viernes, ni el sábado. Y para Camila, la incertidumbre se hacía pesada, como si tuviera concreto sobre sus hombros, y mantenerse erguida fuera una ardua tarea. Camila lloraba y no estaba Lauren para consolarla con sus tibios abrazos.

Camila quería que Lauren regresará en cualquier momento y que le contara una de las más increíbles aventuras, entre risas, fotografías y gestos. Quería escucharla hablar, con esa voz tan bella y suave como terciopelo. Ansiaba verla entrar por la puerta con su pesada mochila llena de ropas sucias y húmedas. Sin embargo, no fue así. Ella no regresó y ese vacío le dejaba el alma hecha pedazos. Camila tenía ese horrible presentimiento de que algo terrible les había ocurrido en esas montañas

¡Malditas montañas! Las maldecía con todo su ser. Ella tenía pesadillas de esas montañas incluso estando despierta; su corazón latía más rápido que de costumbre y le era imposible concentrase en algo.

Esa mañana encendió la televisión para acompañar su solitario almuerzo, y lo vio en las noticias. Fue una noticia corta y rápida parecía como si lo dijeran solo por llenar un hueco en el noticiero para cumplir un estimado de tiempo. La imagen era clara y escalofriante; una camioneta destruida que, más bien, parecía una pila de chatarra lista para ser reciclada junto con lo que quedaba de las pertenencias del grupo. Reconoció la mochila de Lauren.

Escuchó en el noticiero que solo sobrevivió una persona. Era una mujer. No dijeron nombres, ni mostraron fotos de las víctimas fatales. Camila estaba en su casa cuando vio el noticiero. Cayó de rodillas y lloró como jamás en su vida lo había hecho. Tenía el corazón hecho polvo y cada latido era un sufrimiento que se sumaba.

—¿Es Lauren? ¿Está viva? ¿Es Ally? —preguntaba Camila entre sollozos. Estaba sola en la sala de estar así que las paredes eran las únicas que atestiguaban su dolor—. Esto tiene que ser una mentira.

Aquello fue un trauma, el más terrible que jamás vivió en su corta edad. En un momento sintió como su vida se desvanecía y como sus piernas perdían la poca fuerza que aún les quedaba después de ver la noticia. La incertidumbre de no saber si era Lauren la mujer que aún seguía con vida, le estaba carcomiendo la cabeza. Aquellos minutos de desorientación empeoraban su angustia. Tomó su teléfono y buscó más detalles sobre la noticia. Sus manos temblaban cuando vio los nombres de los occisos: Mario, Daniel, Albert, John y Ally; Ally fue quien murió en el accidente, no su novia.

—Lauren —ahogo un grito de dolor.

Al seguir leyendo la noticia, se dio cuenta que Lauren estaba en un hospital lejos de su ciudad; estaba en cuidados intensivos debido al fuerte golpe que recibió debido a la caída. Lauren estaba en coma y su pronóstico era reservado; en las noticias, los comentaristas no se explicaban como era posible que ella hubiera sobrevivido la caída y las bajas temperaturas a las que estuvo expuesta por tantas horas. La llamaron el milagro de la montaña. Su rescate tardó más de doce horas y se necesitaron veinte personas para llegar hasta el fondo del abismo, y tardaron otras doce horas en subir el último cuerpo. Gracias a la billetera de Daniel pudieron identificarlos fácilmente. No obstante, por la lejanía del accidente, tardaron varios días en llevar a los cuerpos a la morgue mas cercana.

Vulnerable y solitaria, Camila fue a buscar refugio en el único lugar que le recordaba a su novia: la casa de Lauren. No tuvo problemas con entrar ya que Lauren le había obsequiado una copia de la llave. No solo por la confianza que le tenía, sino que también porque más de una vez olvidó la llave dentro de su casa y ya estaba harta de entrar por el techo con ayuda de su vecina. Al entrar a la casa, vio que las últimas plantas agonizantes habían muerto y que las hojas yacían sobre el suelo. Lloró y se tiró sobre la cama de Lauren. Se enredó entre las cobijas olfateando el lejano olor que dejó Lauren sobre la tela; un olor lejano que parecía debilitarse con el pasar de los minutos.

La Levedad de la Memoria | CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora