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Pasado

Los días volvían a ser soleados y tranquilos. En el pequeño jardín de Lauren, las plantas empezaban a crecer de nuevo como pequeños colinos brotando de la tierra y del pantano. Poco a poco, los pequeños brotes empezaban a ganar centímetros y eso le hacía muy feliz. Por otro lado, su relación con Camila había vuelto a ser la misma de antes. Incluso, podía decir que mejoró desde aquella conversación ya que tenían una mejor comunicación.

Ellas se veían cada dos días; un día estaban en la casa de Lauren y al otro día en la casa de Camila. Luego se encontraban en algún restaurante o bar, después se veían en un parque o tan solo caminaban por la ciudad sin rumbo alguno. Les gustaba variar para no aburrirse.

Una noche, acordaron verse en un restaurante del centro. Era uno de comida rápida. No era lujoso, pero era bastante agradable para pasar el rato. Allí se sentaron, en una pequeña terraza con palmas que tenían menos de un metro de altura. Juntas contemplaron el atardecer hasta que las estrellas salieron de su escondite. Hablaban, se reían de las tonterías que Lauren decía. Una vez más, volvían a sentir esa comodidad, confianza y complicidad la una con la otra.

—Me encanta tu risa —le decía Camila ya que sentía que era necesario mencionarlo al escuchar las carcajadas de su novia.

—Y a mí me encantas tú —le decía Lauren.

Después de cenar, Camila fue a pasar la noche en la casa de Lauren. Lauren quería leerle un par de cuentos de un libro nuevo que encontró en bazar de segunda mano mientras vagaba por la ciudad; ya en casa, Lauren puso tangos de fondo, preparó café y colocó cobijas y sábanas limpias para que Camila se sintiera a gusto. Antes de iniciar con la lectura, se dio una ducha rápida ya que la noche era tibia y su piel estaba pegajosa.

A eso de las once, Lauren empezó a leer el primer cuento. Lo hacía con voz melodiosa y tersa, pronunciaba cada palabra con pausado cuidado y hacía la debida entonación durante los diálogos.

Después del tercer cuento, Camila empezaba a distraerse y seguir las palabras se hacía cada vez más difícil, en su lugar, empezó a detallar la piel del cuello de Lauren, sus labios, su cabello amarrado en un moño mal hecho. Y entonces empezó a pensar en el sabor que tendría su piel fresca y recién bañada.

—¿Qué te pareció?

—Fascinante —dijo Camila.

—¿Estabas prestando atención?

—No.

—¿Te aburriste? —Preguntó Lauren riendo.

—Quiero hacer algo más interesante que solo leer —dijo Camila tratando de ser juguetona—. ¿Sabes a que me refiero?

—¿Jugamos a las cartas? —dijo Lauren haciéndose la tonta.

—No me refiero a eso. Quiero algo diferente.

—Podemos apostar dinero para que sea más picante.

Camila empujó a Lauren haciéndola reír. Camila le quitó el libro a Lauren y se puso casi encima de ella. Le dio un corto beso en los labios.

—Cami, hermosa —dijo Lauren riendo—. Me gustaría esperar a que cumplamos un año de relación para dar el siguiente paso. ¿Estas dispuesta a esperar?

Camila se quitó de encima y la miró tanto sorprendida como decepcionada. Se sintió mal por querer presionar a su novia a que hiciera algo antes de tiempo.

—Un año. Está bien, si eso es lo que quieres —dijo Camila volviendo a tomar su lugar junto a Lauren—. Gracias, por decirlo.

—Cami, es una broma —dijo riendo Lauren—. Solo quería ver tu reacción.

La Levedad de la Memoria | CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora