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Pasado

Durante esa velada, Lauren Jauregui conoció un poco mejor a Camila. Se dio cuenta que la joven no tenía muchos gustos específicos. No tenía in cantante favorito, tampoco un libro favorito, ni siquiera una película favorita o algún color que le gustase más que los demás. No había nada específico que contar sobre ella. Eso a Lauren Jauregui le pareció muy interesante. Quizás era como una especie de misterio que había que ir descubriéndolo de a poco y con tiempo y paciencia. Sonaba como un reto y eso le interesaba.

Luego de nueve cervezas cada una, la charla se volvió más impredecible.

—Me gustan tus ojos —dijo Camila torpemente ya que no era la más diestra para ingerir alcohol.

—Oye, gracias. Eres muy amable —contestó Lauren. Se le hizo tierna la imagen de su nueva amiga sonrojada y con la mirada algo perdida gracias a la cerveza.

—¿Qué pasó con la chica que me habías comentado el otro día? Recuerdo que me habías dicho que no te había puesto etiqueta —volvió a preguntar Camila mientras ponía la nueva botella vacía junto con la otras de la mesa.

—Para no hacer el cuento largo no funcionó, pero he visto a alguien que me gusta bastante.

—¿Ah sí? Suena interesante. Cuéntame más —entonces Camila volvió a apoyar su mentón sobre su mano y miró atentamente la cara de su acompañante. Lauren se acercó un poco más a su acompañante, tal y como estuviera a punto de revelarle algo muy privado.

—Bueno, no sé si sea apropiado —sonrió Lauren con picardía.

—Cuéntame.

—Bueno, tengo que admitir que la mesera me encanta. Siempre que vengo a este lugar quiero pedirle su número de teléfono, pero no tengo los ovarios para hacerlo. ¿Te digo algo? Lo voy a intentar hoy —se rascó su cuello mientras miraba a la joven del delantal estar tras la barra lavando un par de vasos y poniéndolos de regreso a la estantería.

Camila Cabello, al escuchar eso, enderezó su espalda olvidando de lado la borrachera y miró sin disimulo a la chica que estaba tras la barra. Frunció el ceño y luego arqueó una ceja. Era hermosa incluso cuando estaba usando ese delantal y su cabello castaño oscuro estuviera completamente recogido por una maya. La chica se acercó hacia donde estaban ellas y entonces Camila volvió a sentarse mirando a Lauren, fingiendo normalidad. Por su parte, Jauregui sonreía coquetamente cuando vio a la chica acercarse.

—¿Les puedo servir algo más?

—Gracias por tu servicio. Me temo que quiero algo, pero no está en el menú —dijo Lauren.

La chica del delantal le sonrió. Camila se limitaba a mirar lo que estaba ocurriendo frente a ella.

—¿Qué sería eso que no está en el menú?

—¿Si te digo que es tu número, tendría oportunidad de conseguirlo? —Lauren sonrió con ternura como si acabase de hacer una travesura y quisiese no ser castigada.

La mesera se fue hacia la barra. Allá tomó una servilleta y buscó un bolígrafo. En menos de un minuto, la chica volvió y le entregó el papel doblado y sonrió sin decir nada.

—Gracias —musitó Lauren.

Camila Cabello miró incrédula a su acompañante y vio como sonreía. Se veía tan dulce. Entonces sintió como su corazón dio un enorme brinco; pensó en lo que se sentiría si una chica como Lauren pidiera su número. Eso era algo que nunca había pasado antes y quizás no pasaría.

—Lo conseguí. Debe ser mi día de suerte —sonrió y guardó la servilleta en el bolsillo.

—Eso fue fácil —dijo Camila con algo de decepción y sorpresa en su voz.

La Levedad de la Memoria | CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora