Pasado
La lejanía a veces es sinónimo de claridad. El estar distante de los problemas e ignorarlos por un tiempo, puede proporcionar cierto aire de tranquilidad a esas desesperadas almas que ansían un pequeño descanso. Ese era el caso de Lauren. Quería un descanso, quería irse lejos, quería una nueva vida así fuese por un día; ella deseaba ordenar su turbulenta mente que la atacaba cada minuto desde lo ocurrido en la cabaña ya que, desde ese día, se sentía enferma: su corazón parecía latir un poco más rápido y todo le causaba una terrible indigestión.
Al llegar a la granja de sus padres, su estado anímico pareció mejorar un poco. Tomó un par de remedios amargos que le mejoraron el estómago, pero su acelerado corazón la seguía delatando. Aunque ella huyera al final del mundo, sabía lo que ocultaba. Sabía que le estaba carcomiendo el alma y su paz mental.
Lauren daría lo que fuera para borrar esas memorias.
Lauren no había leído ni un solo cuento o escuchado un solo tango desde ese fatídico día. Todo era porque su mente estaba tan turbada y enojada, con ella misma por cobarde y con Virgilio por la bajeza que hizo. Virgilo, Andrew, Andy, mi amor, mi vida, corazón... de tantas formas solía llamarlo, pero ahora solo le decía como: el hijo de puta ese. Para Lauren, no había una mejor forma de nombrarlo. Aunque sólo lo había hecho en su mente y una que otra vez refunfuñando a la hora de irse a la cama. Lauren jamás en su vida había odiado a alguien, mucho menos a una persona que amó con tanta intensidad. Era un odio espeso y amargo que parecía empeorar con el tiempo.
En la granja de sus padres, ella durmió en su vieja habitación. Todo estaba tal cual lo recordaba; los libros en los estantes, las viejas agendas con pésimos poemas que ella escribió en su temprana adolescencia, seguían guardados en esa caja debajo de su cama junto con las piedras que solía recolectar con su vecina años atrás. Las paredes que un día fueron color cal se tornaron amarillentas y el techo se veía afectado por una humedad que se colaba del tejado cada que llovía fuerte; el olor a polvo y a humedad inundaba gran parte de la casa. Ahí se dio cuenta que sus padres ya estaban viejos al igual que la casa.
Esa mañana salió a tomar algo de sol, el sol siempre le hacía sentir bien, en especial cuando era de mañana. Caminó hasta los cultivos de naranjas y fue hasta un pequeño arroyo que estaba en el límite de la propiedad. Ella recordaba la propiedad más grande al igual que los árboles. Cuando era una niña, solía correr entre las hileras de los árboles, sintiendo que eran interminables, perseguía las ardillas en compañía de su vecina. Aquellas dos niñas creían que eran las dos reinas de ese enorme país de cítricos y hojas. Desconociendo que un día crecerían y recordarían esos días de inocencia y libertad como los mejores de sus vidas.
Al llegar al arroyo, se sentó sobre el suelo empolvado y lloró una vez más.
Secó su llanto al ver una llamada de su novia. Se sintió una vez más avergonzada como si Camila estuviese en frente acusándola por lo sucedido y diciéndole que no tenía el derecho de llorar y victimizarse.
A Camila le pareció una buena iniciativa el que Lauren fuera a visitar a sus padres. En el caso de Camila, cuando se fue de intercambio del país tiempo atrás, lo que más extrañó fue la compañía de su familia. Así que entendía la repentina añoranza de su novia. Antes de irse, Lauren le dio una copia de sus llaves. Ella le pidió regar las plantas, abrir las ventanas un rato y ver que todo estuviera en orden. Camila por supuesto aceptó el trabajo. Y esa mañana, en especial, amaneció deseando estar con Lauren. La ausencia de su pareja ese día parecía ser un poco más insoportable, así que tomó sus libros y sus cuadernos y fue a hacer sus quehaceres a la habitación de Lauren.
Al llegar y abrir la puerta, sintió como el lugar se estaba tiñendo de frío y soledad. Tal y como si el calor de la casa estuviera cuando Lauren estaba presente. Fue directamente a las plantas y cactus. Se asustó cuando vio que más de la mitad habían muerto y otros tantos estaban empezando a secarse. Subió a la azotea y parecía un desierto. Todo lo que un día floreció, dio fruto y fue verde, se tornó de un color marrón seco careciente de vida. Las hojas estaban en el suelo y los tallos partidos. Los tomates y los pimientos que un día fueron el orgullo de Lauren, tan solo eran un montón de ramas lánguidas y marchitas.
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La Levedad de la Memoria | Camren
FanfictionPiensa por un momento que te enamoras de tu amiga más cercana, ¿eso suena algo muy normal? Ahora imagina que durante años tratas encarecidamente de conquistar su corazón y, como si fuera un milagro, lo logras. Sin embargo, para tu pésima suerte, tu...