Capítulo 7: "Problemas en Mish"

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Los hermanos Lish se miraron entre sí estupefactos y haciéndole caso se subieron a la carreta. Inmediatamente Marc reanudó la carrera. Ellos se dieron cuenta que él tenía una herida en uno de sus brazos, la sangre le brotaba en gran cantidad.  

—¡¿Pero cómo pasó esto?! — Daine exigió una respuesta.

—¡Cuando estaba entrando a mi finca se encontraban 2 soldados en el lugar y aunque hui de inmediato me alcanzaron a disparar! ¡Vienen siguiéndome en un aparato extraño de 3 ruedas! — Declaró agitado.

Los jóvenes se llenaron de miedo, las cosas se estaban complicando y todo podría ponerse muy feo si no lograban escapar. 

Marc iba a girar hacia la derecha, por un camino que los desviaba estando a pocos metros de entrar a la ciudad, más no contaba con que este estaba bloqueado por unos árboles tumbados sobre toda la vía, obligándolo a frenar.

—¡No puede ser! ¡¿Qué hacemos?! ¡No quiero entrar a Mish, ahí está ese maldito demonio! — Gritaba con terror.

—¡Trate de calmarse, señor! ¡Mejor devuélvase, encontraremos otro camino alterno! — Aconsejó Yirene.

En ese momento aparecieron los 2 soldados que había mencionado Marc, venían a toda marcha sobre un extraño vehículo de forma alargada y triangular, con 1 llanta trasera y 2 delanteras.

—¡Maldición, ya llegaron! — Vociferó con angustia.

—¡Ahí estás! ¡No escaparas esta vez! — Le gritó uno de los soldados con efusividad, como si esto fuera un juego.

Marc, sintiéndose presionado, no tuvo más opción y entró a la ciudad Mish. Las balas que disparaban los soldados pasaban a centímetros de los tres, quienes solo podían agacharse para tratar de protegerse.

—¡Vamos a morir! — Dijo Yirene al borde de la desesperación.

La carreta recorría las calles a gran velocidad, nada la detenía, pues parecía una ciudad fantasma, no se veía vagar una sola alma. Por donde pasaba dejaba una nube de polvo que dificulta la visión de los soldados, pero la persecución no duró demasiado, ya que las balas impactaron en los caballos, estos de inmediato se desplomaron, haciendo que el carruaje se estrellara contra una casa, rompiendo los vidrios, puerta y parte de la pared.

—¡Perfecto, les dimos! — Celebraron dichosos los soldados. Ellos se bajaron de su nave y se fueron caminando hacia donde se estrellaron.

—¡Ustedes 2, apresúrense a la reunión! — los soldados escucharon una voz familiar, era de su jefe, el capitán 1 que pasaba por detrás de ellos.

—S-señor... ¡Qué sorpresa! — Estaban pasmados por su repentina aparición. 

—Veo que están jugando... ¿A eso los envié? — Les cuestionó con severidad.

—¡N-no es lo que parece! ¡J-justo estábamos persiguiendo a unos humanos que merodeaban la z-zona! ¡Lo juro! — Se explicó uno de ellos tartamudeando.

—No importa, les tengo una misión, así que vamos a la plaza central, ahí están reunidos los demás soldados — les informó. 

—Pero, ¿y los humanos? Allá están, deben estar vivos, vimos que hay un muchacho entre ellos... ¿Los capturamos? — Le solicitó una respuesta uno de los soldados.

—Ahora me encargo de eso, por ahora síganme, ¡rápido! — Estableció el C1 con rudeza.

Ellos sin cuestionarlo obedecieron y fueron con el capitán a la plaza central de la ciudad que estaba a no más de 2 cuadras, en donde se integraron con sus demás compañeros que estaban formados en filas.

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