Capítulo 35: "Una dolorosa noticia"

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Ciudad Derec

Ya comenzaba a atardecer, así que, si el grupo de jóvenes guerreros quería llegar ese mismo día a casa, tendría que darse prisa y viajar lo antes posible. Por ello, Naely y Sotmi, ya habían alistado los caballos con algunos alimentos que habían encontrado en la ciudad y que los sobrevivientes les habían entregado en muestra de agradecimiento por haber derrotado al capitán 2, aun así, lo conseguido era muy poco; no alcanzaría para abastecer a todo el pueblo, por eso, pensaban buscar por el camino la comida que les fuera posible en las fincas y granjas abandonadas.

—Chicos, creo que es momento de partir, nos espera un largo camino —mencionó Sotmi a sus amigos.

Ellos asintieron y aunque sabían que ya tenían que salir de la ciudad, había algo, o más bien, alguien que los detenía; se trataba de la pequeña niña que Daine había traído para tratar su malestar y a quien había jurado proteger ante la tumba de Seck.

—No podemos dejarla... Es muy pequeña como para defenderse sola... —Dijo Daine con una endeble voz, mientras la miraba dormir.

—Lo sé... Pero no estamos seguros si realmente no tiene a algún familiar que pueda cuidarla — contestó su hermana con incertidumbre.

—Seck me dijo que hacía semanas que no veían a sus padres... A este punto, lo más probable es que estén... Ya sabes... —Daine se sentía fatal de solo pensar que una niña de tan corta edad ya no contara con nadie en este mundo.

—Creo que no hay que pensarlo demasiado, la niña vendrá con nosotros —afirmó Sotmi con una leve sonrisa.

Daine asintió con la cabeza y la cargó entre sus brazos con mucha delicadeza, tratando de no despertarla para llevarla hasta donde los caballos. 

Una vez llegaron al lugar donde tenían las cosas, escucharon los gritos desesperados de una mujer que parecía que buscaba a alguien con gran prisa.

—¿Quién podrá ser? —Se preguntó Yirene.

Gracias a la bulla provocada, la niña se despertó algo confundida. Giraba su cabeza de lado a lado, como buscando algo.

—Mamá... —Murmuró.

Daine, al escuchar aquella palabra, volteó a ver a la pequeña con una expresión de asombro.

—¿Qué has dicho? —Le interrogó —¿mamá? —Repitió lo dicho por ella.

—Es que me pareció escuchar a mi mamá... O no sé si solo fue un sueño... —Contesto con una mirada triste.

De inmediato, Daine comenzó a correr con dirección al lugar de donde provenían los gritos de la mujer.

—¡Señora! ¡Señora! ¡Su hija...! ¡Aquí está! —Gritaba el joven con todas sus fuerzas mientras corría, ignorando por completo el dolor de sus heridas.  

Detrás de Daine, venían todos los demás, quienes no entendían que pasaba. Su hermana le gritaba que les explicara que que hacía o a quien llamaba, pero no recibía respuesta alguna. 

Fue dando la curva de una calle que el muchacho de rayos morados casi se estrella contra una mujer, la cual iba a seguir derecho, pero al ver de reojo a aquella niña, se detuvo en seco.  

—¡Hija mía! —Exclamó con felicidad y casi en llanto la mujer, que no perdió un solo segundo y la arrebato de los brazos a Daine, para fundirse en un cálido abrazo con la pequeña.

Los demás al ver tal escena quedaron conmovidos, nadie pensaba que fuera posible tal reencuentro. Fue tanta la emoción que Yirene, Sotmi y Fainder derramaron unas cuantas lágrimas.

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