❛²❜⸙ 𝐑𝐎𝐘𝐀𝐋 | 𝔗𝔥𝔬𝔪𝔞𝔰 𝔅𝔯𝔬𝔡𝔦𝔢-𝔖𝔞𝔫𝔤𝔰𝔱𝔢𝔯 (✓)

LXX

𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1881 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨.

    Aún era imposible creer que se iba a casar. Que estaba comprometida. Eso la maravillaba. En los sentidos más bonitos posibles.

    Para el siglo, el compromiso era la única forma de tener una relación con alguien. Sino, no contaba, y estaba muy mal visto. El compromiso y el casamiento era lo único considerado como válido, se pensaba fielmente si no había compromiso ¿Por qué estar con alguien? Las cosas debían ser serias y a pesar de que los encuentros furtivos y casuales sí existan, claramente eran tachados por la sociedad como algo muy malo.

    Y tan malo no era, cada quien podía disfrutar de su libertad amorosa, pero necesariamente para un siglo tan antiguo la mentalidad era muy diferente.

    Aún así Lauren imaginaba que en algún tiempo, cosas revolucionarias cambiarían como se piensan las cosas, cada siglo traía cosas nuevas. Y quién sabía si en algún tiempo la libertad en las relaciones no se sujetaría obligatoriamente a un compromiso. A veces los amores se equivocaban, no duraban, y vivir en un matrimonio infeliz no valía la pena. También se podía elegir.

    Pero aún en el tiempo que vivía esas cosas no iban a pasar. Pero cuando suceda, en muchísimas décadas y hasta siglos después, Lauren no iba a poder presenciar ese cambio ni aunque quisiese, iba a estar muerta, hecha polvo posiblemente. Pero tal vez su descendencia lejana podría verlo, sería interesante.

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    Las pruebas de ropa duraron por muchas horas, entre corsé y corsé para que tenga más de uno, y de más de un color. Eran muy hermosos, pero dolorosos.

    Le dejaron un corsé rojo puesto para continuar con las pruebas de lo demás para hacerse una idea de la estructura de los atuendos cuando unidos.

    Aquel corsé rojo era diferente, se ceñía mucho más fuerte en la cintura, y claro que dolía, pero se veía hermoso. Siguió entonces con las faldas internas para poder abrigarla y hasta la calidad de su tela era magnífica, talla 4 estaba bien para todo, quedaba muy bien, eran faldas internas de muy buena calidad.

    Vinieron los armazones entonces, los que trajeron para ella eran diferentes a los que estaba acostumbrada a ver, había uno más rígido que el otro, eran dos. El más rígido para eventos sumamente formales, en los que no tenía permitido sentarse. En los que el vestido tenía que lucirse de una manera gloriosa y magnífica. El otro en cambio a pesar de lucir más flexible no tenía talla sino una especie de aparato para regularlo. Como una manivela, que se sacaba y ponía. Era un mecanismo tremendo, y ni decir de la regulación del otro armazón rígido, el aparato que le unían para cerrarlo parecía un molino. Y meterse en esos armazones era también toda una ceremonia.