Capítulo 5: Medidas desesperadas

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La pareja de Jerome estaba inclinado frente a la barra de dulces, observando los distintos postres que allí habían. Se agarraba el mentón y tenía la frente arrugada, supongo que estaba pensando qué delicia comprar.

Tragué saliva. Avancé hasta él con mi humilde bandeja de sándwich de jamón y queso amarillo, y, le toqué el hombro por un segundo.

—Coen —lo llamé. Él giró a verme.

Enderezó la postura y exhibió una preciosa sonrisa; noté que tenía unas arrugas alrededor de las comisuras de sus ojos tan oscuros como ópalos, expresión sincera de alegría; este chico es extremadamente lindo.

—¡Hola...! —arrugó la frente—, ¿Juniper...?

—Sí.

—¡¿Cómo estás?! —me relegó un cordial y afectuoso abrazo, luego, agarró los cinturones de su bolso.

—Yo bien —hago una mueca—, gracias.

—¿Te gusta el instituto?

—Lo que no me gusta es el precio de la comida —suspiré—, del resto..., Sí, bonito todo.

Él río dulcemente, parece un niño inocente, de verdad. Y, ese tono de voz empalagoso..., es adorable.

—Oye —fijé mi vista en sus negros ojos—, ¿Puedo hacerte una pregunta... sobre Jerome?

—Ah... —asintió dos veces muy lentamente—; ¿Qué quieres saber de mí novio?

—¿El perdió a sus padres? —alcé la ceja izquierda—, disculpa que te lo pregunte así,  solo necesito saberlo.

—¿Cómo... sabes...? —ciñó su mirada.

—Solo... contéstame, por favor —bufé.

—Ok...

Él soltó un suspiro, agachó la cabeza, y, se mordió los labios.

—Los padres de Jerome murieron en un accidente de tránsito hace ya varios años... —dijo en un tono bajo, triste.

Abrí ligeramente mi boca, sorprendida.

Coen respiró hondo, y, volvió a verme a la cara.

—Quedó huérfano —torció su boca a un lado—; sólo en Europa.
»la expresión de Coen cambió a una melancólica, gris; el brillo de sus ojos se apagó—: Jerome es de padres inmigrantes, pero, nació aquí y le otorgaron la nacionalidad. Su única familia... soy yo —esbozó una triste sonrisa—, no tiene a nadie más.

Quedé boquiabierta —parpadeé—, Jerome no me mentía. Sus padres murieron. Y... Al parecer, usa la prostitución para pagar las clases.

—¿Él te contó eso? —preguntó Coen.

Asentí.

—Sí... —murmuré—, lo comentó anoche cuando lo encontré con dos...

Tapé mi boca de inmediato, estaba apunto de confesarle a su novio que le fue infiel —tragué saliva—. Tenía los ojos desorbitados, bien abiertos; difícil que no notara ese cambio de rostro tan repentino.

Sexo Después De ClasesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora