Capítulo 6: Compañeros de trabajo

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Jerome aceleró el paso sujetándome la mano fuertemente, me costaba un poco no caerme debido a su trote, mientras se descostillaba de la risa por todo el camino ―cubrí mi cara con mi otra mano libre, evitando que reconocieran mi rostro los distintos compañeros que iban caminando por el pasillo―; dos chicas cruzaron a nuestro lado, una silbó al vernos.

―¡Jerome! ―exclamo ella en tono juguetón, regalándole una sonrisa a él.

―¡Mi vidaaa! ―Jerome fue hasta ella, le robó un beso breve y ansioso en la boca, luego, despegó sus labios de ella y continuó su camino como si nada hubiera ocurrido.

El volvió a soltar una risotada.

―¡Ya vamos a llegar! ―echó un vistazo fugaz a mí―, ¿oíste?

Asentí.

Apretó más mi mano y continuamos corriendo por el pasillo.

[...]

Entramos a salón de literatura inglesa; estaba oscuro. La luz estaba pagada. Y, no se veía a nadie acá dentro ―Jerome soltó a fin mi mano―, comenzó a rascarse la cabeza y dejó escapar un gruñido.

―¡No se han reunido todavía! ―murmuró.

―¿Por qué... estarían aquí? ―arrugué la frente. Aún sigo sin creerme lo que estoy haciendo...

No debería estar aquí. No es mi sitio; podría conseguir dinero de otra forma estoy segura, algo, no sé qué, pero, al menos sin tener que usar mi cuerpo de esta manera...

―¡Bah! ―chasqueó la lengua―. Llegamos temprano. Por eso no están.

Giró a verme a la cara.

―Hoy nos pagan ―frotó palma con palma, ansioso―, El jefe nos reúne a estas horas para cobrar nuestros honorarios. Se lleva su parte, y, nosotros nos quedamos con el resto ―esbozó una sonrisa cándida.

Exhalé un suspiro.

―Jerome...

―¿Qué?

―Yo... ―agaché la cabeza.

―¡Ay, no! ―se acercó a mí y me tomó de la cintura―. ¡No te arrepientas ahora!

Mis ojos se dilataron.

―¡Vamos! ―carcajeó―, ¡Sera divertido!

»¡Te prometo que no pasará nada malo! ―tomó mis manos, guiñó un ojo―, ¡Dale!, quiero que seas mi compañera, June, por favor... ―dijo suplicante.

―Es... que...

―¡Déjame buscar al jefe! ―chasqueó sus dedos medio y pulgar izquierdo―, ¡No decidas nada hasta ver el dinero en tus manos! ―desordenó mi cabello con su mano.

»¿Sabes? El comedor sigue abierto. Si quieres te compro un helado de fresa.

―No, gracias ―murmuré―, no me gustan las fresas.

―Entendido ―subió y bajó los hombros.

Se dirigió a la puerta, la abrió, y, antes de irse, giró a verme.

―¡No te vayas arrepentir! ―señaló a mi cara, ciñó la vista.

Hinché mis mejillas de aire, las contuve por unos segundos, luego, exhalé.

―Ok... ―murmuré, en tono bajo.

Enseñó una brillante sonrisa, dio la vuelta y cerró al salir.

Exhalé un suspiro.

Sexo Después De ClasesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora