Una tormentosa lluvia los azotaba; relámpagos, barro y miedo... terror a ser descubiertos.
El padre llevaba cargado a su hijo en la espalda, mientras aceleraba el paso por el río Tumen, evitando ser arrastrado por la violenta corriente ―la madre cargaba a la bebé entre sus brazos mientras alcanzaba el paso al resto de su familiares―; muy cerca, iban tras ellos unos militares con unos linternas alumbrando, los estaban buscando.
Al ver que les estaban alcanzando, fueron acelerando el paso para cruzar hacia el territorio chino y así huir de corea del norte.
El padre de la familia no se detuvo a detener aire, continuó su ardua travesía con el muchacho cargado; viento en cara, junto con la helada lluvia que azotaba el río ―un estruendoso trueno encandiló a todos, dejándolos sin vista por un momento―; el hombre volteó al oír un grito tras él.
Su mujer estaba inmóvil, con los ojos bien abiertos.
Ambos se miraron fijos.
La oscuridad de la noche y la tormenta no le permitió ver... la herida de bala que le surgió del pecho ―un militar disparó tres veces tras la madre... atravesándola a ella y la bebé que cargaba entre sus brazos―; la mujer cayó agua junto con la criatura.
Ambos muertos.
El padre contuvo la respiración, con la mirada fija en ella ―su mujer estaba inmóvil, una extensa mancha de sangre salió alrededor del cuerpo―; otro trueno cegador.
Uno; dos; nueve tiros de ametralladora.
El agua se tiñó de rojo sangre.
No hubo tiempo para despedirse ni llorar... solo... continuó corriendo mientras el niño seguía aferrándose tras su espalda; chillaba del dolor de ver muerta de su madre.
[...]
Relampaguea.
Yang Zhiya abrió la puerta del coche desde adentro ―Coen entra para refugiarse de la lluvia; empapado, se sienta junto al conductor del Chevrolet Malibu Chevelle rojo; tranca la puerta―; Yang puso las manos sobre el volante, aceleró.
Era muy tarde esa noche; las calles estaban inundadas, agua por todo lados. El limpiaparabrisas apenas dejaba el camino visible para el conductor.
Yang encendió la radio.
―Parece al diluvio ese de la biblia ―murmuró con su seca y gutural voz mientras buscaba su estación favorita―; je-je-je...
Volvió a colocar las manos sobre el volante; She's on fire, de Amy Holland sonaba de fondo.
―A pecadores como nosotros... no nos conviene el apocalipsis todavía ―carcajeó sonoramente.
Coen le miró con el ceño ligeramente fruncido; serio e inexpresivo ―las calles de Londres estaban abandonadas; no se veía a nadie afuera, ni siquiera autos, muy pocos circulaban―; Coen desvió la vista hacia la ventana a su derecha; gotas empañaban el vidrio, aire frío, gélido, afuera; se veía borroso todo; unos truenos espeluznante centellaban en el cielo.
[...]
El niño coreano y su padre se hallaban sentados en la parte trasera de un carro en medio de la noche ―el conductor, con un mostacho grueso y desaliñado, giró al verlos―; arqueó su frondosa ceja izquierda.
―¿Qué no eran más? ―pronunció en coreano; aunque aún se le distinguía su acento chino.
El padre del niño le miró con ojos tristes y llorosos.
―L-los militares... alcanzaron a mi esposa... ―murmulló con voz rota―; Y la bebé...
El niño abrazó sus piernas y ocultó su cara entre las rodillas; sollozó fuerte, desconsolado ―aquellos llantos solo empeoraban el ánimo del padre que ya estaba por los suelos; solo pudo rodearle con los brazos y acompañarlo en silencio a su destrozado hijo―; El conductor agachó la cabeza y volvió a ver hacia delante.
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Sexo Después De Clases
AcakJuniper Gragner arriesga su vida estable en Manhattan para mudarse a Londres y estudiar en L'Chester UE, una prestigiosa institución que puede abrirle las puertas de su futuro. Pero debido a un robo de sus pertenencias y ahorros queda sin ni un cent...