―Gatito, ven de prisa. Para ti tengo buena leche ―canta una voz profunda y tenebrosa cerca de mí―; Y para mí, arroz con leche.
»¡Cómo nos vamos a deleitar comiendo!
Un golpe contra el piso suena ―abro un ojo―; un atronador relámpago resplandece dentro de mi habitación hospitalaria ―doy la vuelta; levanto la espalda de la cama―; el monitor de los latidos de mi corazón sigue titilando ―acá están siete tipos, grandes y asiáticos; con uniformes negros y corbatas rojas―; Hong, el más robusto de todos ellos, me saluda con su enorme mano cicatrizada ―un escalofrío recorre mi cuerpo; me tiemblan las manos, contengo el aliento; ojos desorbitados―; un silbido agudo... entonando alguna canción de cuna... se oye a mi izquierda ―volteo lentamente―; frente de mí, se encuentra el profesor Blake, de pie; esbozando una sonrisa de oreja; sus hundidos y penetrantes ojos me observan el alma.
―Mi gatita...
»Oí que... ya puedes caminar.
Tragué saliva. Los latidos de mi corazón se aceleraron
La puerta de mi habitación de hospital se abre ―va entrando una figura pequeña, cabello negro y brillante, rizado, largo como una melena; unos grandes y preciosos ojos verde esmeralda―; es... Calvin.
―¿June?
[...]
―¡Oiga! ―grité en el último piso de la élite masculina.
Un tipo de uniforme dorado y negro me tenía de las muñecas.
―¡No puede estar aquí! ―rugió en mi cara.
―¡Tengo que hablar con Adélei! ―gimoteé, forcejando con él.
―¡Usted no es de esta clase! ―trató de lanzarme hacia atrás, por las escaleras
Afinqué todo mi peso hacia abajo para evitar que me levantara tan fácilmente.
―¡Ella es mi amiga! ―tensé mi mandíbula.
»¡Me dejará entrar!
―¡Silencio, asquerosa gris! ―me jaló hacia él y casi perdí el equilibrio.
Chillé.
―¡Déjame!
―¡No!
―¡Suéltala! ―exclamó Adélei frunciendo el ceño.
Giré y ella y yo nos vimos a la cara.
Elevó el mentón.
―Es... una amiga.
[...]
―¡Tienes que ayudarnos! ―supliqué delante de ella.
Adélei se encontraba sentada en su lujosa cama, con las manos en su regazo.
―No puedo...
―¡¿Cómo que no puedes?!
―No depende de mí... ―bajó la vista―, para que todo se detenga...
Hizo una mueca.
―Claro que sí ―la señalé.
»Es tu hombre quién puede parar esto.
―¿Cómo? ―me vio a los ojos―; Aquí todo depende de las influencias y los círculos sociales.
»Byron es el favorito de su abuelo... ―se puso de pie y caminó hasta la terraza―, y sin duda haría lo que fuera para complacerle...
―¡Es que tú no entiendes! ―me tomé de ambos lados de la cabeza―; ¡Eres su mujer!
»¡Esa noche lo tenías bien sumiso! ―apreté mis dientes―; ¿Cómo puedes decirme ahora que no le puedes hacer cambiar de opinión?
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Sexo Después De Clases
RastgeleJuniper Gragner arriesga su vida estable en Manhattan para mudarse a Londres y estudiar en L'Chester UE, una prestigiosa institución que puede abrirle las puertas de su futuro. Pero debido a un robo de sus pertenencias y ahorros queda sin ni un cent...