Capítulo 32: Gritos internos

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Anastasia se arrodilló, juntó las palmas de sus manos en posición de oración ―cerró los ojos―; el religioso alzó la voz.

―Nehemías 11:1 - 12:26

»11: 1 Los jefes del pueblo habitaron en Jerusalén, pero el resto del pueblo echó suertes para que uno de cada diez fuera a vivir a Jerusalén, ciudad santa, y las otras nueve partes en las otras ciudades.

»Y bendijo el pueblo a todos los hombres que voluntariamente se ofrecieron para habitar en Jerusalén.

» Éstos son los jefes de la provincia que habitaron en Jerusalén; pero en las ciudades de Judá habitaron cada uno en su posesión, en sus ciudades: los israelitas, los sacerdotes y levitas, los sirvientes del Templo y los hijos de los siervos de Salomón.

» En Jerusalén, pues, habitaron algunos de los hijos de Judá y de los hijos de Benjamín.

»De los hijos de Judá: Ataías hijo de Uzías hijo de Zacarías, hijo de Amarías, hijo de Sefatías, hijo de Mahalaleel, de los hijos de Fares,

» y Maasías hijo de Baruc hijo de Colhoze, hijo de Hazaías, hijo de Adaías, hijo de Joiarib, hijo de Zacarías, hijo de Siloni.

» Todos los hijos de Fares que habitaron en Jerusalén fueron cuatrocientos sesenta y ocho hombres de guerra.

LA barítona voz del señor podía oírse en toda la iglesia; muchas docenas de seguidores oyendo, una calma e iluminación angelical, tranquila; la familia real británica estaba allí presente, el domingo; el príncipe Byron estaba al lado de su mejor amiga... mientras ella... se encontraba junto a la pareja de su mejor amigo ―Adélei, la prometida del joven futuro rey, soltó un largo suspiro, bastante contagioso―; Anastasia cerró los ojos, prestando atención al sermón de ese día ―Adélei encorvada, somnolienta, hacía desagradables ruidos por la nariz; roncaba, como si se estuviese ahogando en moco―; Anastasia onduló su labio superior, arrugó la nariz ―frunció el ceño―; trató de enfocarse nuevamente en la lectura de los escritos sagrados... pero la otra continuaba fastidiándole con su dormidera en pleno día... rodeada de tanta gente ―Octavia se encontraba allí sentada junto a su familia; rostro inexpresivo, turbio; encontró una chica pelirroja entre los creyentes sentados al frente, esta volteó por unos segundos, como para espiar a los de la realeza―; ambas chicas, Octavia y la pelirroja, cruzaron miradas... ―Octavia esbozó una leve sonrisa, elevó la barbilla; alzó las cejas por segundo, coqueta―; la otra pelirroja se sonrojó, se cubrió con la mano y... antes de voltearse y mirar hacia delante..., le guiñó el ojo ―mientras, Adélei se tambaleaba, parecía que en cualquier momento iría a dar contra el suelo; y su sonora respiración fastidiaba demasiado para Anastasia..., la desconcentraba del sermón―; Apretó los labio, temblaba de rabia por dentro ―clavó una mirada asesina en la otra―; la mujer de su mejor amigo soltó un ronquido que hizo desagradables ecos en los oídos de Anastasia, una y otra y otra vez hasta volverse más graves e insoportables.

Cada más fuerte, resonante.

Anastasia le pellizcó el codo del brazo ―Adélei soltó un chillido ahogado―; las miradas de ambas cruzaron.

―¡Respira por la maldita boca, con un demonio! ―murmuró Anastasia con los dientes apretados.

Adélei alzó las cejas... y... fue dibujándose una sonrisa burlona en su rostro.

―Lo que diga..., vecinirijillo ―carcajeó.

Anastasia apretó sus puños y los sacudió, impotente de no golpearla en ese instante ―el resto en la iglesia aún permanecía en silencio, algunos en sus bancas, otros arrodillados―; una delicada mano se colocó sobre el hombro izquierdo de Anastasia.

Sexo Después De ClasesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora