Sexo Después De Clases

Capítulo 8: Desfloramiento

Pestañeé.

Octavia dio un brinco hacia la piscina, completamente desnuda, ni cuenta me di cuándo se despojó del uniforme —su cabeza se asomó entre el agua, escupió un poco lo que tragó y sacudió su cabeza, empampada—, giró hacia delante, nadando hacia el centro de la alberca.

—¡¿Qué esperan?! —exclamó ella—, ¡Métanse!

Tragué saliva.

—Quítate el uniforme, June —ordenó Papi a mi lado. Le miré; se estaba quitando la chaqueta del uniforme, la arrojó al suelo, deshace el nudo de su corbata, la tira, luego, empieza a desabotonarse la camisa blanca, botón por botón, lo más rápido que puede.

Logra desnudar su sólido torso..., su abdomen plano y marcado (ufff...) —mordí ambos labios—; noté que tenía un «collar» tatuado de hojas de laurel por debajo de su clavícula, y, en su fuerte pecho, en el pectoral izquierdo, había un tatuaje de un león y su cría juntos, se destacaba entre los demás porque tenía color, estilo acuarela, mientras, los demás, eran en tinta negra, oscura.

Echó una ojeada a mi persona.

—¿Por qué me miras así? —estrechó la vista mientras se iba quitando los anillos de sus manos—, es el cliente que debes devorar con los ojos, no a mí —murmuró, severo.

—L-lo siento —me sonrojé.

Bajé la vista.

Comencé a desvestirme, primero la chaqueta, luego, la larga falda de evangélica de mi humilde uniforme gris —jadeé—, solté un suspiro y desabotoné mi camisa.

Respiré hondo.

Andaba con mis conjuntos simple de brasier y pantys blancos a juego. Arrojé la camisa al suelo.

—Hmmm... —masculló Papi.

Enarqué una ceja, le vi por la comisura de mi ojo izquierdo.

—¿Q-qué...?

—De verdad que las apariencias engañan —esbozó una sonrisa traviesa—, ese uniforme oculta mucho...

Me observaba el trasero con una mirada morbosa —jugó con el piercing en su labio—; Acercó el condón azul a su boca, la abre de un mordisco, rompiendo el envoltorio.

Rodé mis ojos hacia el otro lado.

—Concéntrate en... el cliente —le ordené, dibujé una pequeña y tímida sonrisa en mi rostro.

Carcajeó.

—Cierto —bajó su bóxer rojo por sus anchas y fuertes piernas, la pateó hacia un lado.

Tomó impulso, y, corrió desnudo hacia la piscina, tirándose de chuzo.

Tragué saliva.

Eché la cabeza hacia atrás mientras desabrochaba mi brasier blanco con las manos.

«Aún hay tiempo...; puedes correr ahora. Roba el dinero..., o, déjalo. Vete. Sal de aquí. ¿Realmente quieres hacerlo?»

—No lo sé... —murmuré en repuesta.

Mordí ambos labios.

Dejé caer el brasier en suelo, e, instintivamente tapé mis pechos con las manos —solté un suspiro—, pestañeé, y meneé la cabeza hacia los lados.

Bajé la vista. Me quité mi panty.

«¿Le vas a poner precio a tu cuerpo?».

«Eres una zorra».

«Mereces sufrir todo esto».

Apreté los ojos con fuerza.

«Lo haces y no habrá vuelta atrás».