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 Tamborilea la yema de sus dedos contra el volante, la fila que va en dirección hacia donde se encuentra Midoriya es larga y avanza muy despacio, por lo que esos "veinte minutos", iban a volverse media hora, si bien le va. Al principio no iba a ir por él, ¿para qué? Su compañero solito se había metido en ese problema, pero recordó que Eijiro mencionó una cena de gala y, bueno, quiere verlo vistiendo traje.

Suspira y observa con atención su mano derecha, no tiene nada de raro o algo a resaltar, sólo recuerda con exactitud como se sintió la de Kirishima, el cómo la sostuvo mientras caminaban hace un par de horas.

No piensa mentirse a sí mismo, aquello fue agradable; se sintió bien el tenerlo a su lado sólo hablando y disfrutando de un paseo, la música de los artistas urbanos y los árboles siendo ligeramente balanceados por el suave viento volviéndose un fondo apacible para su platica. Por un momento olvidó el verdadero motivo de aquello, pero gracias a Eijiro lo recordó.

Cuando el chico se fue, espero pacientemente a ser atacado por Toga Himiko, pero ella nunca hizo acto de presencia y no fue hasta que Midoriya le envió el mensaje que él se fue del parque.

Golpetea la puerta de la oficina de su capitán, quien, con voz apacible, le da el paso. Abre y observa al hombre de larga cabellera negra revisando documentos, las gafas de montura negra y la barba de ya días le dan el aspecto de un profesor harto de serlo. Cierra tras de sí y toma asiento en la silla frente del escritorio, esperando paciente a que su mayor le preste total atención.

Aizawa hace una mueca, se retira los lentes con la mano izquierda y usando los dedos medio y pulgar hace presión en el puente de su nariz, es claro el estrés que el hombre carga.

¿Qué ocurre?

Necesito platicar con usted —responde con seriedad, Aizawa frunce el ceño y apoya la espalda en el respaldo del asiento, observándole con curiosidad—. Es algo importante.

¿Le disparaste a alguien?

No, no lo he hecho.

Vamos por buen camino —deja los lentes sobre el escritorio—. Habla.

He estado ocultando información —el rostro del hombre delata un poco de sorpresa, pero vuelve inmediatamente a una expresión cansada, realmente el compañero de este ha hecho un gran cambio—. Hace unas semanas conocí a un mesero de una cafetería, salía con él y cuando Midoriya trajo información de la casa de los Todoroki, me di cuenta de que Red Riot, el bailarín de BL, es Eijiro Kirishima, el chico con el que salía.

Ah... Bien, solo ya no salgas con él. Puedes volver una vez se acabe el caso, pero lo mejor sería mantener la distancia.

Eso no es todo.

Bakugo, ¿en serio?

Antes de saber que eran la misma persona, Midoriya y yo lo separamos de sus compañeros, porque sospechábamos de él. ¿Recuerdas? Al ser el más protegido y llamativo, creímos que iba a ser él. Mientras que mi compañero distraía a Shoto Todoroki, yo revise los dientes del bailarín.

Sí, dijiste que era utilería.

Mentí. Sus dientes, todos ellos, poseen esta forma de estaca —hace una mueca—. Dudo que él sea el asesino; es un joven rodeado las veinticuatro horas del día por personas que le aprecian de sobremanera, tiene una autoestima un tanto baja, pero su vanidad lo compensa —baja la mirada por unos segundos, pensando en la sonrisa de filosa dentadura del chico. Suspira y alza la mirada, volviendo a centrarse en Aizawa—. No pienso arruinar el caso por una corazonada, tampoco por mis sentimientos hacia el chico, pero de lo que sí estoy seguro es que él, en parte, es lo que Shigāasshu quiere —Aizawa entrecierra los ojos, ladeando un poco la cabeza—. Las víctimas lo conocieron, coquetearon con él y luego, de la nada, conocían a alguien sumamente perfecto que los hizo alejarse de amigos, familia y cualquier circulo social, su estabilidad emocional y mental dependiendo totalmente de él, tiempo después aparecen muertos.

Un Omega Para Mí (BakuShima)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora