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La expresión en el rostro de Bakugo mientras lo coloca suavemente sobre la acera lo hace desviar la mirada, está seguro de que lo que ve su novio ahora en él es sumamente horrible; las quemaduras de cigarro, las mordidas y cortadas, grandes hematomas de diferentes colores que parecen imitar una galaxia yacen ahora en su piel.

Y él se siente sucio.

Su cuerpo se tensa por completo cuando las manos de Bakugo rozan las heridas de su espalda, el gruñido que sale del fornido cuerpo lo hacen cerrar los ojos. Es claro que la vista le parece sumamente horrible.

Voy a matarlo —la profunda voz de Bakugo lo obligan a abrir los ojos, viendo en la mirada carmesí un torrente de emociones, pero las lágrimas que se deslizan en silencio por las mejillas le hacen suspirar—. Juro que voy a matarlo —vuelve a decir, limpiando con la camisa su boca y eso le hace ser consciente de la forma tan bestial en la que se defendió, el uso tan desagradable que le dio a sus dientes—. Hiciste un buen trabajo ahí dentro.

Bakugo.

¿Te hizo algo más? —niega en respuesta, sabiendo de ante mano que Bakugo se refiere a una violación— Debo ir a dentro.

¡No! —se aferra a las manos de Katsuki cuando este se intenta poner de pie— ¡No me dejes!

Voy a volver —el rubio vuelve a bajar, colocando con suavidad la mejilla contra la suya y ese contacto le hace suspirar, aliviando un poco el agarre de las manos—. Tengo que sacarlos de ahí —al pensar en Shoto y lo mal herido que lo vio, asiente efusivo. No quiere que nada malo le pase a esa bella persona—. Bien.

Hay —traga, sujetando ahora la camisa del rubio, tirando un poco de esta para que Bakugo vuelva a bajar lo poco que logró enderezarse—. Hay una bolsa —las fotografías se repiten una por en su cabeza, cortándole un poco la respiración—. Debes traer esa bolsa, por favor.

Bakugo asiente lentamente, baja y besa con suavidad sus labios, ese pequeño contacto tan intimo le hace sollozar. Ya está a salvo, ¿verdad? Lo observa alejarse, corriendo hacia la ventana que conduce a la habitación de su madre, es la más retirada de la calle, y ve con asombro como rompe el vidrio sin ningún problema.

La punzada de dolor que siente en el costado de izquierdo, lo hace maldecir bajo y bajar la mirada, viendo con horror la herida que comienza a sangrar. Hay mucha y ver el liquido fluir sin ningún problema lo hace entrar en pánico, el miedo de antes volviendo a golpearlo con fuerza; no era bueno perder tanta sangre, ¿verdad?

Levanta la mirada al escuchar un golpe, desde donde se encuentra puede ver a Midoriya caminar a él con los brazos llenos de sangre y eso le hace querer llorar, ¿Touya le había hecho eso? ¡¿Por qué?!

Intenta ponerse de pie, pero el peliverde con suaves ademanes de manos le pide mantenerse en donde se encuentra. Midoriya se coloca frente suyo, tomando lugar cerca de él.

¿Te encuentras bien, Kirishima? —siente las lágrimas acumularse en los ojos y sabe que, si abre la boca, comenzará a llorar, es por eso que decide asentir en respuesta— Tranquilo, Bakugo volverá enseguida —baja la mirada a los cortes en los brazos del peliverde, quien obviamente se da cuenta y oculta ambos llevándolos a la espalda—. Se ven más grave de lo que son, ¿sí? No pasa nada.

Lo siento tanto.

Oh, no —la mirada verde del detective se cristaliza, un suave sonrojo tiñe las mejillas y lo ve sonreír suavemente, y él ladea un poco la cabeza, ¿ha dicho algo vergonzoso o similar para crear tal reacción? —. No tienes la culpa de nada, Kirishima, y te debo una disculpa.

Un Omega Para Mí (BakuShima)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora