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Al despertar, el peso del brazo que cruza por su pecho le hace suspirar y lo retira gentilmente para poderse sentar, sacando los pies de la cama. Ve sobre el hombro y una sonrisa orgullosa se dibuja en sus labios al ver el desastre que ha hecho con Eijiro entre esas cobijas, sábanas y almohadas. El pelinegro entre sueños se da la vuelta, otorgándole una maravillosa vista de la espalda y el trasero, ambas llenas de mordiscos y chupetones de su parte.

Las piernas bien torneadas se ven envueltas por las sábanas y también están marcadas, ¿qué no marcó del chico? Hace una mueca al encontrar la única porción de piel que no pudo tener entre sus dientes; lleva la mano derecha al collar negro que adorna de manera posesiva el cuello del pelinegro, gracias a ese adorno no ha terminado marcando al joven de veinte años, aunque estuvo por poco de ser retirado.

No por él, sino por Kirishima.

Tener a Kirishima montándolo de espaldas de manera tan enérgica, escuchándolo decir su nombre entre jadeos y gemidos, su espalda curveada mientras se encarga de subir y bajar únicamente las caderas con ayuda de sus manos apoyadas en los muslos de él y sus piernas dobladas. Es tan malditamente ardiente, tan caliente.

¿De esa maravillosa vista había estado siendo espectador Shoto? Ahora sí lo odia, realmente lo odia. Cuando lo vea, lo golpeara y luego, estrechara su mano en agradecimiento por nunca haber caído ante la tentación y terminar mordiendo a Eijiro, permitiéndole así poder conocer al chico y compartir momentos tan increíbles como este, o tan dulces como lo es desayunar juntos.

Con ayuda de su mano izquierda logra enderezarse hasta quedar sentado, Eijiro voltea a verlo sobre el hombro, la mirada brillante que le dedica y la forma en que se abre la boca al momento de querer conseguir aire, lo impulsan a sujetarle de la barbilla e instarlo a girar más, besándolo en los labios mientras mueve al compás las caderas en busca del placer de su compañero sexual.

Kirishima lloriquea contra su boca, moviendo las caderas con desesperación, es claro que busca el correrse. Deja de besarlo para poner los labios contra el hombro, llevando la mano con la que sujetaba el mentón de Eijiro a la verga de este, masturbándolo. Sonríe contra la piel al escucharlo gritar tan desesperadamente, es aterrador lo tan orgulloso que algo así lo puede hacer sentir.

Al ver las manos del pelinegro acercarse cierra los ojos, pues la idea de que le busque en busca de algo firme a qué aferrarse le agrada.

Sin embargo, se tensa al escuchar el "clic" del seguro del collar. Siente su boca ansiosa por morder esa piel que se ha mantenido reservada durante las horas que llevan teniendo sexo; siente la sangre volverse lava y cuando la nubla de la pasión está por cegarlo completamente, sale del interior de Eijiro y, sin medir su fuerza, empuja a Kirishima contra el colchón boca abajo y él se encarga de volver a poner el seguro del collar, escuchando de fondo el lloriqueo de Eijiro.

Él suspira aliviado, colocando su frente contra la nuca del chico. En verdad, ¿de dónde sacó la fuerza para hacer semejante acto? Ni idea, pero debe admitir que estuvo a punto de ceder ante el hambre de su lado alfa.

No, Kat —murmura Eijiro contra el colchón, él se endereza ligeramente y mira al chico volviendo un poco el rostro a la derecha, viéndolo por el rabillo del ojo—. Muérdeme. Muérdeme, por favor.

No sabes lo que dices —observa la parte trasera de Eijiro, sonríe de lado y busca las manos del pelinegro, y las coloca tras la espalda de este, usando únicamente la mano izquierda para mantenerlas ahí—. Ahora, mantén las manos lejos de ese collar ¿de acuerdo?

Pero...

¿De acuerdo? —pregunta con tono demandante, el cuerpo de Kirishima tiembla ligeramente, asiente y a pesar de soltarle las manos, Eijiro las mantiene justo en ese lugar— Buen chico.

Un Omega Para Mí (BakuShima)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora