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Las risas provenientes de la bocina enlazadas con el micrófono oculto que se encuentra dentro de la chaqueta de Mineta le hacen poner los ojos en blanco y gruñir, llevándose ambas manos al rostro. Han estado horas escuchando al novato, no tan novato, hablar con las clientas que entran al famoso callejón "Empotrado", como tal no es el callejón lo famoso, sino el pequeño bar que se encuentra ahí.

Lo que los ha llevado ahí a explorar es la similitud que hubo entra las victimas que han ido surgiendo a la luz gracias al aviso dado en los diferentes medios locales; el muy cabrón llevaba meses haciendo aquello. Inició con un acoso estando frente a la puerta por diez minutos, luego tocaba llamando la atención del habitante y ahora, el maldito hijo de perra las ataca e intenta abusar. Es una evolución rápida y seguramente se trate de alguien que vivió abuso durante la infancia, incluso en la adolescencia...

Según lo dicho por las víctimas se trata de un varón de unos treinta, treinta y cinco años, de estatura baja y complexión media, realmente podría ser cualquiera.

— Estás apestando el auto —Murmura Izuku, bajando un poco la ventana de su lado—. Momentos así me hacen extrañar ser beta, aunque no puedo culparte del todo; hemos estado fuera de casa ya dos semanas y solo tras vagas pistas y corazonadas.

— Dos semanas... —suspira, obligándose a controlar sus emociones para mantener sus feromonas bajo control—. Estaba pensando en el modus operandi de nuestro atacante.

— Hm, lo suponía.

— Quiero atraparlo ya y golpearlo.

— Apenas llevamos con el caso unos meses, hemos tenido peores momentos —el peliverde da trago al té que bebe, la mirada atenta al frente—. Mejor hablemos de algo que no haga a tus feromonas explotar y molestar mi nariz.

— Bien, Mineta nos hará la señal en caso de algo.

— Exacto. ¿Cómo están los niños? —El pensar en la respuesta lo hace sonreír.

— Grandes y hermosos como su mamá —responde sin más, apoyando los brazos en el volante para recargar la barbilla en ellos—. Haruki es tranquilo, lo has visto; a diferencia de Hikaru, él prefiere estar sentado y jugar con legos, mientras que su hermana corre y explora su alrededor una y otra vez. Sin embargo, ambos ya tienen una facilidad de palabra asombrosa.

— Sí, más tu hija... ¿Ya te dijo que está enamorada de Shoto?

— Sí, y le dije que se iba a tener que reñir contigo para ganarlo.

— ¿No pudiste decirle otra cosa?

— No, quiero divertirme —ambos sueltan una risilla baja, escuchando de fondo a Mineta seguir una conversación banal—. ¿Puedo decirte algo? Es muy personal, pero no sé a quién más decirle.

— Claro, ¿qué pasa?

— Eijiro... Creo que estoy pasando por un ¿pleito amoroso? ¿Riña familiar? No sé cómo llamarle. Siento que estamos distantes, y no solo por mi trabajo, sino por él.

— ¿Te ha comentado algo?

— No... No del todo. Una semana antes de mi cumpleaños, sentí ese roce de enfrentamiento y quería resolverlo ahí mismo o en una cena, me da igual, pero huyó. Dijo que tenía que volver a mi trabajo y más cosas, se refugio usando a nuestros hijos —voltea a ver al peliverde, quien tiene el ceño fruncido—. Nuestro hijo Haruki se parece mucho a él, pero también a Lev, el padre de Eijiro.

— Oh —Izuku parpadea un par de veces, antes de voltearlo a ver—. ¿Crees que eso le está afectando?

— Eso creo. No me he atrevido a preguntar, porque hay cosas que no le he dicho, siento que no valen la pena mencionarlas, pero llega un momento donde creo que es necesario.

Un Omega Para Mí (BakuShima)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora