Cierta mañana no inició muy bien: mi auto se había quedado sin batería —por haber dejado una luz encendida— y no alcancé a desayunar, aun así acudí a la cafetería por mi café. Mientras esperaba, mi estómago y mis pensamientos literalmente rugían.
Cuando por fin recibí mi café, este venía con unas galletitas. Esa acción era atípica, pues solo las entregan si uno se sentaba a consumir en el local, caso contrario era un pedido más.
—Uhm, disculpe, yo no pedí galletas.
—Cortesía de la casa.
—No, pero...
No pude continuar, ya que en ese momento sentí un intenso olor a café, uno mucho más resaltante a lo normal de una cafetería.
Al voltear para saber de dónde provenía esa fragancia, vi detrás del mostrador a un hombre con delantal, llevaba una taza en una mano y un recipiente pequeño en la otra. Se detuvo a verme.
—Es para que deje de sonar ese estómago —mencionó con intensa voz, viéndome a su vez con ojos serios, unos tan negros como el mismísimo café.
No sabía si alegrarme por el gesto o enfadarme por el comentario, pero creo que ese fue el momento en que me volví un poco más adicta al café.
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Mi amargo y dulce barista
Short Story✓(♡) Debido a un desperfecto doméstico Violeta comienza a asistir regularmente a la nueva cafetería que se instaló a unos cuantos pasos de su trabajo, sin sospechar que, las características del café que tanto le deleitaban, no solo las encontraría e...