~ ☕ ~ XII

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Sabía lo que era perder a un ser querido, y es que también lo había experimentado: mi padre llevaba diez años fallecido. 

Luego de recibir tal información me invadió la tristeza, después de todo vi en mi madre lo doloroso que fue perder a su compañero de vida, obligarse a decirle adiós a su gran amor. ¿Cuán doloroso también habrá sido para Andrés perder a su esposa?

—¿Estás bien?

—¡Ah! Sí..., por cierto, qué fuerte pero sabroso café —intenté cambiar de conversación lo más pronto posible.

—Gracias, lo preparé yo.

—¡De verdad!

Resultó.

—Así es —comenzó a beber el café de Andrés—. Además de administrar en conjunto este lugar, trabajo en coctelería.

—¿Eres un barman?

—No, más bien soy un bartender, me especializo en mixología. Si lo deseas puedes venir a degustar algunos...

—¿Incomodando a los comensales?, ¿qué pensarán de ti tus clientes? Y por cierto, ese era mi café.

—¡Andrés! ¡Amigo mío!—Dejó la taza en la mesa y estrechó su mano—. Ups, una disculpa, enseguida te preparo otro —hizo señas hacia la barra para repetir la orden.

Mientras conversaban y Andrés le reclamaba por su café, desvié la mirada a mis manos, no podía verlo sin pensar en el sufrimiento que había estado pasando, y más cuando habló de esa manera de ella. En ese instante también me percaté de la hora, se me había hecho tarde.

—Uhm, yo... Yo tengo que irme, o no podré retirar mi auto del estacionamiento. ¿Cuánto es?

—Mi culpa. Te acompaño —tomó sus cosas y se situó a mi lado—. Además, no te preocupes, era una invitación, espero lo hayas disfrutado —mencionó mientras acomodaba mi asiento, causando que sintiera un pequeño ardor en mis mejillas.

—Oh, ¿ya se retiran? ¡Sean bienvenidos en otra oportunidad! —mencionó Francisco apoyándose en el hombro de Andrés—. Y Violeta —se acercó a mi oído—, perdón por hablar cosas innecesarias.

—Sí, no te preocupes. Adiós.

Nos retiramos del local una vez pagado un solo café —pues el otro había sido "robado" por su amigo— y caminamos en silencio hacia el estacionamiento. 

Si bien aquella información me hizo sentir menos culpable de mis sentimientos, permanecía triste, después de todo comprendía su situación, ¡todo su dolor!, y con ello a su vez el porqué de su personalidad.

—Espero que mi amigo no te haya incomodado. Tiende a ser un poco exasperante —declaró con un suspiro de frustración.

—No, para nada, además... ¡¡¡¿Eh?!!!

No pude decir más, pues, en ese instante me di cuenta de que el estacionamiento ya había cerrado.

—¡No! ¡Mi auto!, ¿cómo me iré ahora? ¿Un taxi? Ah~.

—Uhm, y si ¿te llevo?

Mi amargo y dulce baristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora