~ ☕ ~ XIII

3.7K 323 6
                                    

Se acercaba el otoño, aun así era una noche agradable y el viento se sentía bien. 

Nunca me había percatado de lo hermosa que se veía la ciudad de noche. Si bien las estrellas no se apreciaban debido al alumbrado público y las luces de los edificios, eso no impidió que se presentara ante nosotros un bello paisaje. Eso era lo que pensaba y observaba desde mi costado, pues frente a mí, mi vista era un tanto diferente. Delante de mí veía una espalda, unos cabellos que se movían a causa de la brisa, y mis brazos que rodeaban a aquella persona. 

Como no pude retirar mi auto, acepté su invitación. Si bien podría haber escogido volver a mi departamento en taxi, lo cierto fue que no deseé desperdiciar la oportunidad de estar más tiempo con él. Nunca pensé que sería en moto. Luego de unos minutos llegamos a mi hogar.

—Muchas gracias por traerme —mencioné acomodando mi cabello tras retirar el casco.

—No te preocupes. Además, fue mi culpa que te hayas retrasado.

—No, ¡no fue tu culpa! Yo decidí acompañarte..., fui descuidada en no cerciorarme antes de la hora.

Aunque también había sido por la conmoción al saber su verdadero estado civil.

—Por cierto, ¿qué te pareció el café?

—¡Verdad! —Había olvidado ese detalle—. Uhm diría que un poco fuerte. Me gusta el sabor amargo del café, el natural, pero no pensé que contenía alcohol, ¡era whiskey!, aunque tenía azúcar —sonreí entusiasmada—. ¡Nunca me imaginé que fueran un cóctel!, eso sí, al verlo me recordó al capuccino que me preparaste. Me enteré que lo hizo tu amigo, pero sinceramente si hablamos de café me quedo con los tu-yos...

Dejé de hablar cuando me di cuenta de cómo sus ojos estaban directamente enfocados en mí, además de su postura: relajado, con sus manos en los bolsillos y apoyado en su moto. Si me había sonrojado anteriormente, en ese momento mi rostro se volvió literalmente un tomate.

—Me alegra saber que te gustan mis preparaciones. La próxima semana debes probar los otros... ¡Ah!, pero ya tienes una cafetera.

—Claro ¡iré! Además, por ello no te preocupes, es mi segunda cafetera y es probable que se estropee de nuevo. No es de muy buena calidad que diga-mos... —dejé de hablar cuando observé que sonreía al escucharme hablar. Sin duda el alcohol, aunque poco, sí me había afectado.

—Entonces, si es así —se acomodó en su moto—, nos vemos pronto en la cafetería. Buenas noches, Violeta.

—Sí, nos vemos. Buenas noches, Andrés.

Mi amargo y dulce baristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora