Mi amargo y dulce barista

~ ☕ ~ IX

Horas extras, ¡odiaba las horas extras!, sobre todo cuando se realizaban el último día de la semana. 

Era tarde y había salido por fin de la empresa con dirección al estacionamiento cuando pasé frente a la cafetería que, a pesar de la hora, seguían atendiendo; no me detuve. Desde hace un par de semanas contaba con una nueva rutina, una en donde no asistía a la cafetería, y es que había renovado por fin mi cafetera... no podía dejar que mi "interés" se desarrollara en algo más. 

No tiendo a fijarme mucho en los detalles, necesito de tiempo y dedicación para darme cuenta de ciertas cosas, y justamente eso hizo que me tardara en descubrir su estado civil.  

En una oportunidad que observaba su trabajo, vi cuando cambiaba sus guantes —los cuales usaba regularmente al preparar café—, mientras lo hacía un brillo resaltó en su mano izquierda: una argolla matrimonial. Desde entonces, mi frecuencia a la cafetería disminuyó. La última vez que lo vi fue el día que asistí con mi colega, pues entendí que si ella se había percatado en tan solo un instante de mi sentir, cuánto más él si seguía acudiendo.

Ya estaba cerca del estacionamiento cuando una voz, una que reconocí muy bien, me llamó.

—Violeta.

—¡H-hola! —respondí nerviosa. Y ya no sabía si había sido un mal o buen día.

—Sé que no es de mi incumbencia, pero, ¿todo bien? No has ido a la cafetería últimamente.

—Ah, sí. Tengo una cafetera en mi hogar, y bueno... —titubeé—, ya no tengo necesidad de ir.

Luego de mencionar aquello, él solo se quedó viéndome y se formó el característico silencio entre nosotros. Habían pasado semanas, no obstante, el estar a unos cuantos pasos de él, hablar unos segundos, estar feliz solo de verlo; me daban a entender que esa persona, Andrés, aquel barista, me gustaba... y mucho.

—B-bueno, si me disculpas...

—Si tienes algo de tiempo —me detuvo—, ¿te importaría acompañarme con un café?