~ ☕ ~ VII

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Cortado, capuccino, moka.

La siguiente semana, aquellos fueron los primeros tipos de café que comencé a probar, dejando de lado mi habitual pedido. 

No soy de las que les encanta el sabor dulce, no obstante, aquellas preparaciones fueron sumamente agradables, y todos elaborados por él.

—Un café... —leía la carta mientras decidía—, latte por favor.

—Enseguida.

Aquel café aún no lo probaba, por lo que aquella mañana fue el nuevo pedido.

Mientras me sentaba, recordé la invitación impulsiva que había dicho semanas antes. Obviamente, no se había concretado, después de todo a la cafetería llegaban muchos clientes y él se mantenía constantemente ocupado. Además, moría de vergüenza por haber dicho aquello, aun así, secretamente esperaba algún día volver a compartir un café con él.

Sin pensarlo, esa mañana se hizo realidad aquel deseo pues con mi café —que por cierto estaba bellamente dibujado con una flor— llegó una taza adicional. Extrañada lo miré y él solo se limitó a acercar una silla al mesón, lo cual incluía su característico silencio. Se volteó a verme.

—Estaba pendiente —mencionó con su voz intensa, sin apartar su mirada mientras bebía de su café.

Puede que se tratara de una sencilla rutina mañanera; puede que seguía enfocada en pedir solo un café negro; puede que todo inició al estropear mi cafetera, pero lo cierto es que desde esa semana mi café de siempre dejó de ser simple y se volvió, poco a poco más suave, dulce y colorido. 

Mi amargo y dulce baristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora