~ ☕ ~ XXV

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—¿Eres Violeta?

—Sí. ¿Cómo está?

Y sin palabras, la expresión de aquella persona me decía que no muy bien. 

Luego que Francisco me indicara dónde se encontraba Andrés, salí rápidamente de mi departamento. No me sentía preparada para conducir, no en esa condición, así que decidí tomar un taxi.

—Hacia el hospital por favor.

Al llegar lo primero que hice fue preguntar por él en recepción, cuando alguien se acercó a mí.

—No nos habían presentado aún. Lamentablemente, fue en estas condiciones.

Tomás, el otro amigo de Andrés y socio de Francisco. Él fue a quien Andrés le entregó unos documentos la primera vez que fui al restobar, y también quien estaba con Andrés ese día de lluvia.

—Sí, aunque ya te había visto.

—Y yo. Además, Andrés me ha hablado mucho de ti. Gracias por haber entrado a su vida.

Esas palabras de gratitud no las esperé, pero a su vez, la forma en que lo dijo me asustó.

—¿Podré verlo?

—Aún no. El médico me dijo que debía esperar. Violeta —volvió a hablar tras una pausa—, en estos momentos él está en pabellón.

—¿Qué fue lo que sucedió?

Me comentó que mientras conducía su motocicleta al salir del trabajo, un auto no respetó la luz roja del semáforo, colisionando a Andrés de costado. El accidente fue tal que ingresó de urgencias. Estaba seriamente herido y su única posibilidad era una cirugía. 

Las horas pasaron y esperamos juntos hasta que nos permitieran verlo. De pronto una enfermera salió al pasillo, retiró su mascarilla y dirigió la mirada a quienes esperábamos por noticias.

—Alguien aquí, ¿se llama Violeta?

Mi amargo y dulce baristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora