|| C A P Í T U L O 22 ||

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El peso de las palabras no dichas.

BØRNS - Blue Madonna

Victoria.

—Hablaré con ella... mañana lo haré — suspiré, tratando de juntar toda la fuerza que podía encontrar en ese momento.

—Perfecto — respondieron al unísono, con una mezcla de expectativa y alivio en sus voces.

Valentina, siempre tan directa, me observó con un brillo de curiosidad en sus ojos. —Pero con quien realmente deberías hablar primero es con Aristeo. Ambos necesitan aclarar lo que sienten. No sé cómo pasó todo tan rápido entre ustedes, es como si de un momento a otro... — Dejó la frase en el aire, permitiendo que los recuerdos recientes revolotearan en mi mente.

Me removí en mi asiento. El solo nombre de Aristeo hacía que mi corazón latiera desbocado, como si quisiera romper mi pecho y gritarle al mundo lo que escondía. Pero no podía, todavía no. —No creo que sea el mejor momento ahora — respondí con la voz temblorosa, desviando la mirada. Quería negar lo inevitable, pero Joanna intervino con su tono de preocupación.

—Victoria, han pasado por tantas cosas, y ha sido un torbellino de emociones. Es momento de enfrentar lo que sienten. Tienen que hablar los dos.

Sentí que mis nervios comenzaban a devorarme. No podía escapar de la verdad que ambas estaban poniendo frente a mí. Suspiré y, sin encontrar el valor para continuar la conversación, pregunté en un hilo de voz: —¿Dónde está?

Valentina, con su mirada cómplice, señaló con los ojos hacia un rincón de la sala. Allí estaba Aristeo, en su propio mundo, pero aún así, parecía estar atento a cada uno de mis movimientos.

Lo miré con cautela. Es la persona menos indicada para hablar en este momento, pensé mientras mi estómago se retorcía en un nudo de ansiedad. Pero él también era el único con quien realmente necesitaba hablar. Mis sentimientos se arremolinaban dentro de mí, y su imagen solo lograba intensificar el caos. Pero esta vez, no iba a quedarme paralizada por el miedo.

Sin pensarlo dos veces, me levanté de mi asiento. Sentí los ojos de Valentina y Joanna clavados en mi espalda, como si me empujaran a hacer algo que llevaba tiempo evitando. Empecé a caminar hacia él, con las rodillas temblando ligeramente. Sentía su mirada sobre mí, recorriéndome con una intensidad que me hacía arder la piel. Justo en ese momento, una canción comenzó a sonar, cargada de un ritmo sensual. Era como si el universo conspirara para crear el escenario perfecto.

Mi cuerpo, como poseído por la música, comenzó a moverse por sí solo. Balanceé las caderas, moví mi cabello y deslicé mis manos por mi cuerpo mientras lo miraba. Podía sentir la tensión en el aire, cómo cada movimiento mío lo hipnotizaba. Aristeo clavó sus ojos en mí, mordiéndose el labio, incapaz de ocultar el deseo que se encendía en su interior. Mis nervios eran un mar agitado, pero por alguna razón, esa danza me daba una sensación de poder sobre él.

Paré de bailar y me acerqué lentamente, midiendo cada paso. Mis ojos no se apartaban de los suyos, que brillaban con un fuego casi incontrolable.

—Parece que lo haces a propósito, gomita de mango — murmuró, alzando una ceja con esa sonrisa que siempre lograba hacerme perder la razón.

Me forcé a mantener la compostura. Enfócate, Victoria, me dije. No podía dejar que su sonrisa me distrajera de lo que tenía que hacer. —Para nada, solo estoy bailando como todas las personas en este lugar. No te creas tan importante — respondí con una sonrisa desafiante, aunque por dentro mis emociones eran un torbellino.

A C A R Í C I A M E [#1] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora