|| C A P Í T U L O 30 ||

34 4 0
                                    

¿El Final? Parte I

La Oreja de Van Gogh - Rosas

Victoria.

No voy a negar que al principio el comportamiento de Ivanna me dejó un poco confundida, pero confié en Aristeo. Siempre confío en él. O al menos eso me repetí en ese momento para tranquilizarme. Necesitaba un trago, algo fuerte, que me bajara la calentura que me dejó Aristeo después de ese beso. Así que, con pasos tambaleantes, entré en la cocina y, como una señal de todos los cielos, ahí estaba: una botella de mezcal, resplandeciendo como un viejo amigo. Me vinieron a la mente todos esos recuerdos felices con mezcal de por medio: los besos de tres, las risas, bailar hasta que los pies dolían, y también las veces que el vaso caía de mis manos borrachas, estrellándose en el suelo. Ah, mezcal... el licor que no te emborracha pero sí te ataranta. Me serví un vaso pequeño y me lo bebí de un solo golpe. El mareo fue instantáneo, una breve descarga de electricidad que me recorrió la columna, pero lo ignoré y lo dejé pasar.

Volví a la fiesta, dejándome llevar por la música y las luces. Bailé como si mi vida dependiera de ello, rodeada por las voces y risas de mis amigos. Y entonces, como una especie de regalo del destino, empezó a sonar Heart Of Glass. Esa canción... Dios, esa canción. Fue la misma que sonó el día en que conocí a Aristeo. Era nuestro himno no oficial, un recuerdo que me llenaba el corazón de calidez. Cada nota me hacía sonreír como loca; cómo me encantaba estar ahí, en ese preciso momento, con el corazón latiendo de felicidad. Y así, seguí bebiendo, mezcal tras mezcal, como si fuese agua, hasta sentir que el mundo empezaba a dar vueltas.

—¡Vaya, Victoria! —rió Valentina—, ¡parece que llevabas meses sin probar el alcohol!

—Y eso que no la has visto en sus peores momentos. —Joanna soltó una carcajada y Valentina frunció el ceño, pero después cambió su expresión.

No les respondí, simplemente seguí bailando al ritmo de la música, perdida en un remolino de nostalgia y felicidad. Por un instante, desaparecí en la melodía, hasta que la canción terminó y volví a la realidad. Decidí ir a la cocina nuevamente, necesitaba aire. Y allí me encontré con Eros. Estaba pálido, con una expresión de preocupación que me desconcertó.

—¿Qué te tiene tan preocupado? —pregunté, intentando captar su atención.

—¿Hmm? —Eros estaba tan absorto en sus pensamientos que ni siquiera se percató de mi presencia.

—Te pregunté qué te tiene tan preocupado. Se te nota en la cara.

—¿Has visto a Aristeo? —preguntó de golpe, y mi corazón se encogió.

—Sí, creo que está arriba. ¿Por qué preguntas...?

—Gracias, Victoria. —No me dejó terminar la frase antes de salir disparado de la cocina.

Mi corazón me decía que confiara en Aristeo, pero mi mente gritaba que algo iba mal. Estaba atrapada entre dos fuerzas opuestas, la necesidad de confiar y el terror de descubrir algo que no quería saber. Me quedé unos segundos congelada, mirando hacia la puerta por donde Eros había desaparecido. ¿Qué estaba pasando?

Los minutos pasaron lentos, cada segundo llenándose de un extraño miedo. No veía a Aristeo por ninguna parte. Decidí unirme a la búsqueda, preguntando a las personas que quedaban en la fiesta si lo habían visto. Nadie sabía nada. Cada minuto sin respuesta era un puñal más en mi corazón, un peso que me oprimía el pecho hasta casi dejarme sin aliento.

A C A R Í C I A M E [#1] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora