|| C A P Í T U L O 29 ||

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Venganza

Lana Del Rey - 13 Beaches

Ivanna.

El amor es un juego para tontos, y yo no soy ninguna tonta. Esa lección la aprendí desde muy joven, al ver cómo mis padres se devoraban mutuamente con mentiras y promesas vacías. El amor es una trampa, una carnada que muchos muerden sin darse cuenta de lo que realmente hay detrás. Claro, hay quienes dicen que una persona especial puede cambiar tu vida, transformar al patán en príncipe y al cínico en romántico. Pero, ¿de verdad creen que es tan sencillo? Yo no soy ingenua. No existe persona alguna capaz de cambiar lo que uno es en esencia, ni siquiera esa estúpida hermanastra de la que tanto se habla.

Aristeo Mendoza fue el amor de mi vida. Fui su dueña, la reina de su mundo... y lo fui hasta que decidí que ya no lo sería. Ahora, él es solo un capricho que no quiero ver en manos de otra. Llámenme egoísta, no me importa. Este mundo es egoísta; quien no lo es, se convierte en presa. Esa fue la primera lección que aprendí de mi padre. "No seas estúpida, Ivanna," solía decirme. "Si no te cuidas tú, nadie lo hará por ti." Él siempre lo tuvo claro. Su egoísmo casi lo lleva a prisión, pero ahí estaba el buen Carlos Mendoza, el padre de Aristeo, para sacarlo del hoyo. Ironías de la vida, ¿no? Por esa razón tuvimos que desaparecer por un tiempo. Escapar de la ciudad fue casi un alivio para mí, ya que, para entonces, ya había cometido el "pequeño" error de engañar a mi querido Aristeo, quien tuvo la mala fortuna de descubrirlo.

En su momento, nuestra relación fue casi perfecta, al menos en apariencia. Aristeo era el novio ideal: atento, detallista, siempre al pendiente de mis caprichos. Romántico hasta el hartazgo. ¿Qué puedo decir? La perfección se vuelve aburrida. ¿O será que simplemente no soporto la idea de que alguien pueda llegar a serlo? Quizá por eso lo traicioné con su mejor amigo. ¿Cómo no hacerlo? Ver a alguien tan puro arder en el fuego del dolor es una delicia. Tal vez fue esa sonrisa fácil, esa mirada siempre radiante la que me impulsó a destruirlo. Me gustan los retos, y Aristeo era el más grande de todos.

Pero cuando todo explotó, cuando él me descubrió, decidí desaparecer. No tenía ninguna intención de soportar sus lloriqueos y reproches. Sabía que me esperaban meses de tormento emocional, y, francamente, ¿para qué? No tenía tiempo ni paciencia para lidiar con un corazón roto que ni siquiera era mío. Así que me fui. Dejé que el silencio y la distancia hicieran su trabajo mientras yo me dedicaba a reconstruir mi vida lejos de su molesta presencia.

Pero claro, el tiempo pasa y las personas cambian... o al menos eso dicen. Yo no lo creo. La primera vez que volví a ver a Aristeo, en su fiesta de cumpleaños, me sorprendió verlo tan diferente. Había endurecido su rostro; la dulzura en su mirada se había desvanecido, reemplazada por una frialdad que casi me hizo sentir... ¿culpable? No, no lo creo. Si algo aprendí, es que la culpa es un veneno que solo afecta al débil. A decir verdad, su transformación era una obra maestra, y yo había sido la artista. Él ya no era el chico alegre y risueño que una vez fue. Mi obra estaba completa.

¿Qué esperabas, Ivanna? me dice esa molesta voz interna que rara vez logro silenciar. Lo engañaste con su mejor amigo. Lo destruíste. ¿Esperabas que te diera la bienvenida con los brazos abiertos? Él no merecía lo que le hiciste.

Esa voz es molesta, insistente, pero la acallo con la fuerza de mi certeza. No, no esperaba que me recibiera con amor, ni siquiera con cordialidad. A decir verdad, esperaba exactamente lo que vi: una versión de él marcada por el odio y el dolor. Lo que no anticipé fue esa chispa en sus ojos, ese brillo renovado. Y entonces la vi, como una maldita espina que se clava y no deja de doler: Victoria, su adorada hermanastra.

A C A R Í C I A M E [#1] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora