XXII. Encuentro

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—No perdamos más tiempo — la evadí, pues no podía mantener contacto visual con esa mirada tan penetrante.

Con ayuda de Viktoria y Josefa, pudimos bajar el puente. Cruzamos de una en una, solo por si no soportaba mucho peso. Al ser en madera, el crujido al caminar era espantoso. Lo crucé casi con los ojos cerrados, no quería mirar abajo. Le temo a las alturas, pero con tal de salvar a mi hermana, estoy dispuesta a lo que sea.  

Este lugar es muy extraño. A medida que avanzamos, no puedo evitar sentir miedo. El aire y el ambiente se siente bien cargado. Encontramos muchas esculturas de lo que aparentaban ser de plata. Son animales extraños, tienen un parecido muy similar a un león; a la distancia vi una serpiente enroscada alrededor de un guerrero, quien trataba de defenderse de ella. Había talismanes en cada una de ellas.

—¿Por qué se quedan atrás? 

Las dos no se veían igual de curiosas o sorprendidas como yo, principalmente Viktoria, pues se mantuvo con el ceño fruncido y distante, como si estuviera molesta de algo. 

—¿Quién ha hecho estas esculturas? Son gigantes y hermosas. 

—¡No toques nada! — la advertencia de Viktoria la oí muy tarde. 

Mi cuerpo fue succionado por algo o alguien invisible. Se había creado una barrera ante mis ojos, podía ver a Josefa y Viktoria distorsionadas al otro lado. Mis puños no traspasaron esa pared que parecía tener vida propia. No podía oírlas, la única que pudo acercarse fue Josefa, quien puso la mano al otro lado, pero no podía tener contacto con ella. 

—¡Josefa! 

Escuché la voz de mi hermana detrás. En la oscuridad no se puede apreciar nada, pese al miedo, no podía quedarme de brazos cruzados. 

—¿Isabel? ¿Eres tú? 

—Todo va a estar bien. Aquí estamos a salvo — la mano de mi hermana apareció entre la oscuridad, era lo único que se veía de ella en sí. 

Dudé en tomarla, pues, no estaba del todo segura de que realmente fuese ella. Aun así, no tenía otra opción. La tomé, y todo a mí alrededor cobró color. Me encontraba en una antigua y colosal biblioteca, totalmente inmaculada y completamente sola. Las estanterías eran enormes, había inmensidad de libros, grandes y corredizas escaleras de madera. No había nadie sosteniendo mi mano, es como si mi hermana hubiera desaparecido con la oscuridad. 

—Sé bien que me escucha. ¡Salga de dónde está y devuélvame a mi hermana! ¡Su problema es con Viktoria, no con ella! 

—Siempre he estado aquí — susurró en mi oído, erizando toda mi piel y obligándome a voltearme. 

Se presentó en el cuerpo de mi hermana y es difícil verla sin que me duela todo por dentro. 

—¡Usted es una vieja cobarde!

—¿Por qué me atacas? No soy yo el enemigo. 

—Fue usted quién transformó a mi hermana en un monstruo.

—Te equivocas. Si ella ha logrado tener una vida casi normal, es gracias a mí. He curado sus piernas — torció su pierna izquierda hacia al frente, creando ese escalofriante y siniestro sonido de sus huesos. 

—¡No hagas eso!

—¿No me digas que realmente creíste que Viktoria haría algo bueno por tu hermana? 

—¿Por qué me mentiría con eso?

—Para ganar tiempo, y así tenerte en sus manos. Todo lo que haga Viktoria, es porque oculta algo que la beneficia. ¿Acaso piensas que alguien como ella haría algo de gratis? — sonrió—. Muéstrame tu marca. 

—¿Cómo sabe sobre ella? 

—Si te dijera que tengo una forma eficaz de deshacerme de esa marca y liberarte de ese cruel destino que te espera, ¿me creerías? 

Luna Roja [✓] [EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora