S2. Emma

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Cerré el libro, intentando descifrar la razón por la cual mi pecho se sentía oprimido. Es un simple libro, algo que, probablemente sea ficticio. ¿Por qué siento esto?

—Eres una princesa… — volví a escuchar la voz de esa mujer detrás del espejo.

Levanté la mirada al espejo, esperaba encontrarme con cualquier cosa, excepto con verla sentada al otro lado. Era una mujer muy linda y joven, de cabello castaño oscuro, facciones finas y de contextura delgada. Vestía un kimono de flores rosadas. Lo más que llamó mi atención no solo fue su expresión triste, sino el que su rostro me resultaba tan familiar.

—Lo tienes todo, aun así, eres infeliz. Cuéntame, ¿qué te hace falta, Edith?

—¿Qué me hace falta?

Es una pregunta que se presta para traer malos recuerdos a mi mente. ¿De qué vale todo lo que tengo, si siempre estoy sola? Ni siquiera les importo a mis padres. Quienes se acercan a mí, la mayoría son personas hipócritas, que no les interesa si estoy bien o mal, simplemente lo hacen por compromiso u obligación.

—¿Sabes que esa historia que has leído tiene una segunda parte?

—No lo sabía.

—Esa historia nadie la sabe mejor que yo.

—¿Podrías contarme?

—Después que esa niña nació, el pueblo se enfrentó a una fuerte crisis, dónde solo los más fuertes sobrevivieron a ella. La niña pagó los platos rotos. Echaron a la niña y a su madre del pueblo, porque según ellos, esa niña había traído la mala suerte. Su madre al encontrarse sola, no tuvo más remedio que buscar nuevos horizontes. Al cabo de varios años, dio a luz a otra niña. Esa niña fue creciendo bajo la sombra y protección de su hermana mayor, quien, a pesar de que ya no portaba la marca, al menos no visible, seguía trayendo desdicha y mala suerte a su familia. Su madre no soportó ser abandonada por segunda vez por el hombre del que se enamoró, por eso la culpa, el resentimiento y el odio lo descargó en sus hijas, principalmente en la mayor. Esa madre les hizo vivir un infierno a sus propias hijas. Las condenó a estar de paso de familia en familia, a no conocer jamás lo que era un abrazo sincero, una muestra de afecto, de cariño o atención.

No sé por qué sus palabras me tocaron tanto. No podía explicarme el por qué estaba atacada en llanto.

—Esas niñas encontraron a una señora que aparentaba ser amable, cariñosa y confiable. Se aprovechó de su ingenuidad y las usó. Sacrificó a esas niñas para traer a su hijo de vuelta a la vida.

—¿Las sacrificó?

—Sí. Las entregó a la oscuridad.

—¿A la oscuridad?

—Le hizo creer a la mayor que se casaría con su unigénito y que, a cambio, este ayudaría a su hermana menor, quien había perdido la movilidad de las piernas a causa de un incidente de maltrato cuando más pequeña, perpetrado por su propia madre, pero en realidad, esa ceremonia fue solo una mentira. Solo fue parte de ese macabro engaño.

—¿Qué ocurrió después?

—Llegaron al castillo, muy ilusionadas con ese cambio de vida, pero jamás sospecharon que había manos negras envueltas y una invitada no deseada. Esa misma noche, esa invitada no deseada apareció en la habitación de la hermana menor. Esa bruja quería lastimarla, tomar su lugar y adueñarse de su cuerpo, con el propósito de encontrar alguna debilidad para acabar con Viktoria, pero ella llegó justo a tiempo para evitarlo.

¿Viktoria? Una mujer hermosa de cabello blanco como la nieve apareció en mi mente, trayendo consigo memorias que no recuerdo haber vivido, pero se sentían tan vivas, tan reales y mi corazón lo tenía claro.

—Aunque Viktoria no logró devolver el alma a su cuerpo, selló el espíritu de esa niña detrás del espejo para protegerla.

—¿Isabel? — ese nombre salió de mí boca tan naturalmente, que no podía explicarme cómo sucedió. 

Sus ojos cobraron un peculiar brillo y en sus labios se formó una ligera sonrisa.

—Emma…

Luna Roja [✓] [EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora