XIX. Condena

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—¿Es eso cierto, Sra. Josefa? 

—No lo hice con ningún mal. Creí que sería algo temporal, al menos mientras tenía a mi hijo de vuelta y luego volvería por ustedes. 

—No sé por qué no me sorprende. Ahora las cosas encajan a la perfección. Su afán de querer casarme y el impulsarme a cumplir con su capricho. Quizá, verdaderamente me acostumbré a qué las personas finjan querernos y, al final, no sea cierto. Es lo que hemos obtenido de todos desde que llegamos a este mundo. Ya no me afecta enterarme que me utilizaste, pero mi hermana está en peligro por tu culpa y, si algo le pasa, jamás podré perdonarte. 

—Creí que aquí estarían mejor y no les faltaría nada. Viktoria me aseguró que ustedes estarían a salvo. No podían quedarse en el santuario para siempre. Siempre las he visto como mis hijas, por eso deseaba lo mejor para ustedes. Se suponía que en este lugar hubieran estado fuera de peligro de todo lo que les rodea. 

—¿Qué peligro?

—Las sombras las persiguen. Ustedes son como un rayo de luz en medio de la oscuridad; brillan con mucha fuerza, por eso son un imán para ellas.

—Me van a volver loca. ¿De qué estás hablando ahora? 

—¿No lo habías notado? ¿Me dirás qué no has tenido ese sentimiento de que algo falta, de que algo no encaja en tu vida, un vacío incapaz de llenarse? Has vivido aferrada a la vida, Emma, a pesar de haberte tratado tan mal a ti y a tu hermana. Cuando despiertes, no podrás regresar. 

Sus palabras trajeron consigo un extraño sentimiento en mi pecho; inquietud, angustia, dudas. 

—Desaparece de mi territorio — le ordenó Viktoria. 

—No me iré. Al menos no, hasta que Isabel regrese sana y salva. 

Viktoria sonrió ladeado.

—Las dos sabemos que es una perdida de tiempo. 

Se miraron entre ellas y Josefa suspiró profundamente. Salieron de la habitación sin siquiera avisar. Era evidente que sintiera curiosidad sobre lo que querían hablar a solas. Sé que no debía estar espiando conversaciones ajenas, pero es mi hermana de quién están hablando, por lo que estoy en todo mi derecho. 

—Conoces los riesgos y peligros a los que te enfrentas. ¿Estás dispuesta a renunciar al privilegio por el que tanto rogaste de tener a tu hijo de vuelta, por dos simples almas en negación? 

—Ellas no son simples almas, si lo fueran, no hubieras marcado a Emma. ¿Acaso planeas condenarla como tú a permanecer en este lugar al que no pertenece? Eres un ser egoísta, Viktoria. ¡Ellas debían partir juntas!

—Mira quién habla de egoísta. Fuiste tú quien las condenó primero. Solo cumplo con mi parte. 

—Condenaste el alma de Isabel, permitiste que Kaede la consumiera casi por completo frente a tus narices, pero a Emma la conservas todavía y la proteges. ¿Por qué? ¿Por qué no has devorado su alma, si eso es lo que un demonio como tú hubiera hecho? ¿No eran esos tus planes con ellas? ¿Qué tiene de especial Emma? Si la atas a ti, no podrá reunirse con su hermana y tu historia volverá a repetirse. Sabes bien que Kaede no se rendirá, hasta tomar venganza por su hija.

Luna Roja [✓] [EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora