S2. Opciones

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Tenía una lucha mental conmigo misma, trataba de concentrarme en los pasos, pero era complicado mantenerme concentrada, con su mirada tan fija.

Mantuve la cabeza erguida, espalda recta; el brazo derecho de Viktoria estaba sobre mi omóplato izquierdo; el izquierdo suyo y el derecho mío permanecían extendidos, con las manos enlazadas, mientras apoyaba mi brazo ligeramente sobre el suyo.

Nuestros movimientos estuvieron sincronizados, tanto como nuestras miradas. Por dentro me sentía eufórica. Es la primera vez que pongo en práctica todo lo que he aprendido durante las clases. Aparte de eso, se sentía como un sueño, como si el salón estuviese vacío y solo fuéramos ella y yo.

Al principio creí que cuando estuviera frente a ella, sentiría miedo por lo sucedido, pero ahora mismo no puedo encontrar ese temor por ninguna parte. Todo lo contrario, me siento tan feliz que mi corazón está a punto de explotar.

En mi otra vida nunca experimenté esto. ¿Por qué ahora está ocurriendo? ¿Por qué esto es más fuerte que yo?

«Emma, ¿cuándo vas a admitir que te gusta Viktoria?». Entonces, ¿esto es lo que se siente cuando te gusta alguien más?

Tal vez ahora sí siento miedo. Viktoria es tan inexpresiva, reservada y orgullosa. No puedo descifrar lo que piensa, lo que quiere o lo que desea. No me atrevo a preguntarle directamente, tengo miedo de que lo niegue, se burle o me rechace. Ella misma lo ha dicho, solo soy una simple y débil humana. Quizá deba conformarme solo con este baile.

Al final, las dos somos de mundos diferentes. Aunque tengamos algo que nos ata, desafortunadamente ese algo no es un sentimiento genuino o mutuo.

Cuando la música terminó, hizo reverencia, presentando su brazo derecho, y me condujo a una silla desocupada, agradeciendo formalmente el haber aceptado bailar con ella. No tuve oportunidad de decirle nada, las palabras se quedaron atoradas en mi garganta.

Cuando la actividad llegó a su fin, mis padres no tardaron en cuestionarme sobre ese noble caballero con el que accedí a bailar. Les dije que no lo conocía. Es un alivio que piensen que es un hombre, si saben que en realidad es una mujer, pondrían el grito en el cielo.

Subí a mi habitación y, mientras estaba en la ducha, solo podía traer recuerdos de lo que sucedió entre las dos hace tanto tiempo, también en la forma tan amable y atenta que me trató cuando bailamos. Debo buscar otra oportunidad para hablar con ella, es solo que no sé dónde encontrarla.

Regresé a mi habitación, luego de haberme secado el cabello con la toalla y me encontré con Viktoria al lado del armario, algo que casi me saca un grito del susto.

—Viktoria... ¿Qué haces aquí?

—Creí que querías hablar conmigo a solas.

—Sí, pero es peligroso. Si te encuentran aquí, se puede armar un escándalo.

—Entonces vamos a otro lugar.

—¿A dónde?

—Cierra los ojos y déjate llevar.

Cerré los ojos sin saber qué esperar de ella, cuando de pronto, un exquisito y agradable aroma inundó mis fosas nasales, al igual que una ráfaga de viento refrescó mi rostro.

Abrí apresuradamente los ojos, encontrándome con campo abierto de hermosas flores. La luna brillaba en su máximo esplendor. No sé dónde estamos o cómo llegamos aquí, pero era hermoso. ¿Cómo alguien como ella, puede mostrarme algo tan bonito?

—¿Dónde estamos? — me volteé para mirarla, y ya no se encontraba vestida como antes.

No tengo idea de cómo se cambió tan rápido, pero ahora llevaba dos prendas de ropa. Ambas piezas eran de color blanco. La primera cubría sus senos, el escote era en forma de V y se veía bastante pronunciado, mientras que su otra prenda era parecida a una falda, la cual encajaba en su perfecta cintura. Llevaba un brazalete dorado en ambos antebrazos en forma de serpiente. Su cabello parecía brillar por la luz de la luna. Es la primera vez que la veo vestida de blanco y realmente luce muy hermosa. Mis mejillas se calentaron al verla de esa manera.

—¿Acaso importa dónde estamos?

—Lo he recordado todo.

Guardó silencio por unos instantes y luego sonrió.

—¿Por qué no me has reclamado nada?

—¿Tengo que reclamarte algo?

—Pensé que esa pregunta podrías responderla tú.

—Isabel me lo contó todo. Supongo que al final, no tengo nada que reclamarte, pero sí quiero pedirte algo. Solo tú puedes ayudar a mi hermana. ¿Cómo podemos obtener un recipiente vacío y puro?

—Un sacrificio; una vida por otra.

—Ella dijo que debía ser un bebé.

—Así es.

—No podemos sacrificar a un bebé. Eso sería injusto, inhumano y cruel. ¿No hay otra forma?

—Sí.

—Entonces quiero oírla.

En sus labios se formó una sonrisa, la cual me sonrojó y me puso nerviosa. Tocó mi vientre, ladeando la cabeza y enarcando una ceja.

—Deberás concebir a nuestro bebé.

Luna Roja [✓] [EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora