VIII. Desnudez

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Mi hermana se apresuró con el segundo plato y lo devoró como si no hubiera un mañana. Verdaderamente no tenía apetito, luego de lo que ocurrió anoche, ¿quién podría tenerlo? 

El chófer nos trajo al pueblo, pero las pocas personas que vagaban por el camino se ocultaron entre los arbustos y otras dentro de sus casas. Nadie parece interesado en saludarnos. 

—¿Qué les pasa? — cuestioné. 

—No vinimos a verlos a ellos. 

El chófer se quedó atrás en el auto, y nosotras caminamos por un camino rocoso en dirección al bosque. 

—¿A dónde vamos? ¿No dijiste que hay animales salvajes aquí? 

—No creo que estén interesados en comer niñas — me miró de reojo, y fruncí el ceño. 

—Mejor no hubieras respondido nada. 

Caminamos un largo tramo, casi todo era subiendo y ya estaba cansada de andar. La fatiga no me permitía ni hablar, mientras que Viktoria no dejaba de mirarme y burlarse de mí pésimo estado físico. No hace falta que diga una palabra, esa mirada habla por ella. 

Llegamos a un lugar en específico; era una caverna que atravesaba el interior de una montaña, sorprendentemente es un ambiente muy fresco; se podría decir que es algo frío. Todas las paredes están llenas de pequeñas hendiduras y grietas que se sienten húmedas y frías al tacto. El suelo es arenoso y al caminar se levanta el polvo, pero según seguimos adentrándonos el suelo va cambiando de textura hasta ser más sólido cómo roca. Al final del camino hay una recámara amplia con varios cuerpos de agua, parecen pequeñas albercas; pequeñas en circunferencia para algunas de gran profundidad. Las aguas que contienen estas albercas son tan azules como el cielo y de ellas emana vapor, aparentemente son aguas termales. 

Estábamos maravilladas y perplejas por lo que nuestros ojos estaban contemplando que, cuando me volteé para mirar a Viktoria, una vergüenza se esparció por todo mi rostro. No podía creer que esa sinvergüenza se hubiera atrevido a desnudarse frente a nosotras. Su kimono yacía a sus pies, su larga melena blanca cubría sus grandes pechos, pero su depilada intimidad estaba descubierta. Su piel es muy blanca, casi igual de blanca que su cabello. Debajo de ese kimono no hay ninguna prenda, ¿significa que todo este tiempo estuvo desnuda?

Me sentía rara apreciando el cuerpo de otra mujer con detalles, quizá se trataba de lo inconforme que siempre me he sentido con mi cuerpo y porque ella tenía lo que a mí me hacía falta. Tiene un cuerpo de ensueño, como el de una diosa. Su belleza es única, algo fuera de este mundo. Piernas delgadas como las de una modelo y un vientre plano. 

—¿Qué estás haciendo? — le tapé los ojos a mi hermana, pero ella me quitó las manos para seguirla viendo. 

—Ella es muy hermosa. 

—Estamos entre mujeres. ¿Cuál es el problema? ¿No me digas que eres tímida para estas cosas, Emma? — sus labios hicieron una mueca de burla y peinó su cabello con ambas manos—. ¿Podría ser que te gusta lo que ves? 

Luna Roja [✓] [EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora